Mostrando entradas con la etiqueta autoestima. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta autoestima. Mostrar todas las entradas

¿Por qué...?

¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Por qué no puedo vivir con tranquilidad? 

¿Por qué?

Últimamente oigo mucho esta pregunta. Desgraciadamente no tengo una respuesta que dar, al contrario, la frustración me invade, al igual que la rabia. Lo único que me queda es alentar a la otra persona para que no decaiga y para que siga trabajando para salir adelante.

He comprobado, aunque no tengo un estudio sociológico oficial realizado, que cuando se trata de amores, siempre tendemos a pensar que hemos hecho algo y que nos merecemos lo que nos está sucediendo. La culpa, sí, la culpa es nuestra; a pesar de que la otra parte se haya comportado de forma rastrera o sea alguien tóxico para nuestra vida, siempre, siempre, pensamos que la culpa es nuestra por algo que hemos dicho o hecho.

En otros asuntos, en otras situaciones, aunque la culpa sea nuestra, se la echamos a los demás: se ha roto un plato porque estábamos armando y no teníamos cuidado, la culpa es de mi compañero de piso por no prestarme atención; me he dado un pequeño susto con el coche, ha sido el peatón por pasar cuando yo tenía prisa, aunque el semáforo se hubiera puesto en rojo para mí; me cuesta levantarme por la mañana, es por culpa del profesor o la profesora del gimnasio que me metió mucha caña a pesar de que yo me acosté a las tantas de la noche viendo una película; etc.

Pero cuando se rompe una relación, por los motivos que sea, tendemos a culpabilizarnos de lo que ha sucedido.

Resulta que él (y sí, uso el masculino, pero no genérico, que conste) es un cabrón que me ha estado haciendo la vida imposible, yo pienso que algo he hecho en otra vida para merecérmelo. Que él me persigue, me acosa, aparece cuando menos me lo espero, cuando tengo la guardia bajada; es mi culpa por salir de casa...

La culpa

Entre el por qué y la culpa, nos sentimos asfixiadas, intranquilas, inseguras, vulnerables, frágiles... Una culpa que nos han inculcado que es sólo nuestra. Una culpa que nos han dicho, sin decirlo con palabras, que tiene que ser así porque somos el "sexo débil". 

Durante años me sentí culpable porque mi relación, la más importante de mi vida, se había ido al traste. La vergüenza, en cierto sentido, me perseguía. El qué dirán mi familia, mis amistades, mis conocidos... porque me había quedado "sola" y tenía que sacar adelante una familia. 
He tardado algunos años en darme cuenta que la culpa, aunque se nos grabe a fuego en nuestra piel y en nuestra mente, debemos dejarla caer, dejarla resbalar como si estuviéramos impregnadas de aceite. 
La culpa que la historia y la sociedad nos ha dicho que nosotras tenemos que sentir, a pesar de que no hayamos hecho nada.

Una culpa que no deberíamos sentir cuando son otros quienes nos acosan, nos persiguen, nos violentan, nos controlan, nos agreden y nos tratan de dominar... Cuando son otros quienes consideran que somos menos y que no debemos compartir espacios en esta sociedad. Cuando son la minoría quién siembra el miedo y se apodera de nuestro aire para oprimirnos y no dejarnos respirar.


Por eso quiero decirte amiga: no, no es culpa tuya. No te avergüences, no bajes la cabeza. No. Tú no tienes culpa de nada. Es él quien debería sentir vergüenza por aprovecharse del miedo, de tu "vulnerabilidad" para sentirse "más hombre".





¿Por qué...?

¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Por qué no puedo vivir con tranquilidad? 

¿Por qué?

Últimamente oigo mucho esta pregunta. Desgraciadamente no tengo una respuesta que dar, al contrario, la frustración me invade, al igual que la rabia. Lo único que me queda es alentar a la otra persona para que no decaiga y para que siga trabajando para salir adelante.

He comprobado, aunque no tengo un estudio sociológico oficial realizado, que cuando se trata de amores, siempre tendemos a pensar que hemos hecho algo y que nos merecemos lo que nos está sucediendo. La culpa, sí, la culpa es nuestra; a pesar de que la otra parte se haya comportado de forma rastrera o sea alguien tóxico para nuestra vida, siempre, siempre, pensamos que la culpa es nuestra por algo que hemos dicho o hecho.

En otros asuntos, en otras situaciones, aunque la culpa sea nuestra, se la echamos a los demás: se ha roto un plato porque estábamos armando y no teníamos cuidado, la culpa es de mi compañero de piso por no prestarme atención; me he dado un pequeño susto con el coche, ha sido el peatón por pasar cuando yo tenía prisa, aunque el semáforo se hubiera puesto en rojo para mí; me cuesta levantarme por la mañana, es por culpa del profesor o la profesora del gimnasio que me metió mucha caña a pesar de que yo me acosté a las tantas de la noche viendo una película; etc.

Pero cuando se rompe una relación, por los motivos que sea, tendemos a culpabilizarnos de lo que ha sucedido.

Resulta que él (y sí, uso el masculino, pero no genérico, que conste) es un cabrón que me ha estado haciendo la vida imposible, yo pienso que algo he hecho en otra vida para merecérmelo. Que él me persigue, me acosa, aparece cuando menos me lo espero, cuando tengo la guardia bajada; es mi culpa por salir de casa...

La culpa

Entre el por qué y la culpa, nos sentimos asfixiadas, intranquilas, inseguras, vulnerables, frágiles... Una culpa que nos han inculcado que es sólo nuestra. Una culpa que nos han dicho, sin decirlo con palabras, que tiene que ser así porque somos el "sexo débil". 

Durante años me sentí culpable porque mi relación, la más importante de mi vida, se había ido al traste. La vergüenza, en cierto sentido, me perseguía. El qué dirán mi familia, mis amistades, mis conocidos... porque me había quedado "sola" y tenía que sacar adelante una familia. 
He tardado algunos años en darme cuenta que la culpa, aunque se nos grabe a fuego en nuestra piel y en nuestra mente, debemos dejarla caer, dejarla resbalar como si estuviéramos impregnadas de aceite. 
La culpa que la historia y la sociedad nos ha dicho que nosotras tenemos que sentir, a pesar de que no hayamos hecho nada.

Una culpa que no deberíamos sentir cuando son otros quienes nos acosan, nos persiguen, nos violentan, nos controlan, nos agreden y nos tratan de dominar... Cuando son otros quienes consideran que somos menos y que no debemos compartir espacios en esta sociedad. Cuando son la minoría quién siembra el miedo y se apodera de nuestro aire para oprimirnos y no dejarnos respirar.


Por eso quiero decirte amiga: no, no es culpa tuya. No te avergüences, no bajes la cabeza. No. Tú no tienes culpa de nada. Es él quien debería sentir vergüenza por aprovecharse del miedo, de tu "vulnerabilidad" para sentirse "más hombre".





Y entonces... el vacío

Comenzamos el año con un montón de propósitos, buenos o regulares, eso da igual, pero propósitos al fin y al cabo. 

Tenemos el firme propósito de adelgazar porque nos hemos pasado con la comida en las distintas reuniones familiares y de amistades que hemos tenido en estos 15 ó 20 días, nos proponemos salir a correr, andar, ir al gimnasio... en definitiva, movernos más para no caer en el sedentarismo que no es lo mismo que el senderismo, queremos cambiar algo de nuestro carácter para que la vida y nuestras relaciones sociales y personales sean mejores, nos proponemos ser más felices, cuidar de las personas que nos rodean, etc. etc. etc. (Añadid los vuestros si queréis). 

Pensamos en cumplir una serie de objetivos en el futuro a corto, medio o largo plazo y nuestras actividades se enfocan a conseguir eso, y no nos damos cuenta que hay que vivir el presente, que no importa lo que hicimos el año pasado, pues ya está hecho y no lo podemos cambiar. Tampoco importa lo que vayamos a hacer dentro de unos días porque podemos cambiar de opinión o, simplemente, se nos cruza por el camino otra propuesta más interesante y la tomamos. No somos conscientes que hay que vivir el hoy, sin preocuparnos en exceso por el mañana. Ya lo decían en El Club de los Poetas Muertos: Carpe diem amigo.

Puedes tenerlo todo organizado, de forma milimétrica, saber qué hacer en cada minuto o segundo de los próximos días, pero algo puede ocurrir que te trastoque absolutamente todo. Una llamada, un mensaje, un abrazo, una sonrisa,...

Puedes recibir una noticia que te tambalee, que te haga tomar unos minutos para asimilarla y que te haga plantear si has hecho las cosas bien o las podías haber hecho mejor, si está en tu mano cambiar lo que ha sucedido o es mejor dejarlo estar. Empiezas a pensar: "Y si...", "Si hubiera estado...", "Si hubiera dicho...", "Si... Si...". Sisi Emperatriz (como dice un amigo). Cuando suceden las cosas hay que afrontarlas, identificar los sentimientos que tienes, colocarlos en el estante adecuado y comenzar a gestionarlos con calma y tranquilidad. Tras esto, hay que tomar las decisiones que creas convenientes. No nos vale ver las opciones a toro pasado.

Hoy he recibido una noticia que me ha dejado fría en un primer momento pero, después, he tenido que parar un segundo para asimilar el mensaje. Tras esto, no he sabido identificar que me pasaba por la mente y por el corazón. Mi alma se ha encogido, mi corazón se ha tambaleado y mi cabeza ha empezado a funcionar mucho más deprisa intentando encontrar un motivo, una razón, una causa, una justificación.

Siempre he oído decir que cuando la cabeza no está bien, da igual la ayuda que te presten, si no quieres salir adelante no sales. 
Estoy leyendo el libro de Irene Villa Saber que se puede y, a lo largo de él, habla de la importancia y del poder de la mente para superar obstáculos y adversidades. Si la cabeza no está bien, no puedes enfrentarte a las cosas, no eres capaz de salir adelante y seguir viviendo. Te encuentras al borde de un abismo y, de repente, ... el vacío.

Ante los problemas, es muy importante y necesario tener una red de apoyo a tu alrededor que no te deje caer o, si ya has caído, que te ayude a levantar, a recoger los trocitos y recompenerlos. Quizás, más importante y necesario aún, es tener la cabeza lo suficientemente fuerte y entera para que, cuando te dé el bajón, tengas la entereza suficiente para no dejarte caer más y más en un pozo sin fondo, oscuro, ... y ser capaz de pedir ayuda o salir adelante por uno mismo. Pero hay personas que no quieren o no pueden tener esa cabeza fría, tan necesaria en determinados momentos, para continuar y buscar otros caminos para alcanzar la meta. 




Y entonces... el vacío

Comenzamos el año con un montón de propósitos, buenos o regulares, eso da igual, pero propósitos al fin y al cabo. 

Tenemos el firme propósito de adelgazar porque nos hemos pasado con la comida en las distintas reuniones familiares y de amistades que hemos tenido en estos 15 ó 20 días, nos proponemos salir a correr, andar, ir al gimnasio... en definitiva, movernos más para no caer en el sedentarismo que no es lo mismo que el senderismo, queremos cambiar algo de nuestro carácter para que la vida y nuestras relaciones sociales y personales sean mejores, nos proponemos ser más felices, cuidar de las personas que nos rodean, etc. etc. etc. (Añadid los vuestros si queréis). 

Pensamos en cumplir una serie de objetivos en el futuro a corto, medio o largo plazo y nuestras actividades se enfocan a conseguir eso, y no nos damos cuenta que hay que vivir el presente, que no importa lo que hicimos el año pasado, pues ya está hecho y no lo podemos cambiar. Tampoco importa lo que vayamos a hacer dentro de unos días porque podemos cambiar de opinión o, simplemente, se nos cruza por el camino otra propuesta más interesante y la tomamos. No somos conscientes que hay que vivir el hoy, sin preocuparnos en exceso por el mañana. Ya lo decían en El Club de los Poetas Muertos: Carpe diem amigo.

Puedes tenerlo todo organizado, de forma milimétrica, saber qué hacer en cada minuto o segundo de los próximos días, pero algo puede ocurrir que te trastoque absolutamente todo. Una llamada, un mensaje, un abrazo, una sonrisa,...

Puedes recibir una noticia que te tambalee, que te haga tomar unos minutos para asimilarla y que te haga plantear si has hecho las cosas bien o las podías haber hecho mejor, si está en tu mano cambiar lo que ha sucedido o es mejor dejarlo estar. Empiezas a pensar: "Y si...", "Si hubiera estado...", "Si hubiera dicho...", "Si... Si...". Sisi Emperatriz (como dice un amigo). Cuando suceden las cosas hay que afrontarlas, identificar los sentimientos que tienes, colocarlos en el estante adecuado y comenzar a gestionarlos con calma y tranquilidad. Tras esto, hay que tomar las decisiones que creas convenientes. No nos vale ver las opciones a toro pasado.

Hoy he recibido una noticia que me ha dejado fría en un primer momento pero, después, he tenido que parar un segundo para asimilar el mensaje. Tras esto, no he sabido identificar que me pasaba por la mente y por el corazón. Mi alma se ha encogido, mi corazón se ha tambaleado y mi cabeza ha empezado a funcionar mucho más deprisa intentando encontrar un motivo, una razón, una causa, una justificación.

Siempre he oído decir que cuando la cabeza no está bien, da igual la ayuda que te presten, si no quieres salir adelante no sales. 
Estoy leyendo el libro de Irene Villa Saber que se puede y, a lo largo de él, habla de la importancia y del poder de la mente para superar obstáculos y adversidades. Si la cabeza no está bien, no puedes enfrentarte a las cosas, no eres capaz de salir adelante y seguir viviendo. Te encuentras al borde de un abismo y, de repente, ... el vacío.

Ante los problemas, es muy importante y necesario tener una red de apoyo a tu alrededor que no te deje caer o, si ya has caído, que te ayude a levantar, a recoger los trocitos y recompenerlos. Quizás, más importante y necesario aún, es tener la cabeza lo suficientemente fuerte y entera para que, cuando te dé el bajón, tengas la entereza suficiente para no dejarte caer más y más en un pozo sin fondo, oscuro, ... y ser capaz de pedir ayuda o salir adelante por uno mismo. Pero hay personas que no quieren o no pueden tener esa cabeza fría, tan necesaria en determinados momentos, para continuar y buscar otros caminos para alcanzar la meta. 




¿Cuánto vales?

Rupturas, desengaños, incertidumbres, mal estar... Últimamente, no sé qué me pasa, pero a mi alrededor, no sé si afortunadamente o desafortunadamente, hay personas que comienzan a partir de cero después de una ruptura (me da igual el tipo que sea).

El otro día comentaba con un amigo, que voy a cobrar por asesorar a las personas. Así, si no me hacen caso, sobre todo si es por temas legales, no me sentiré tan utilizada y tan mal por el "tiempo perdido" y la energía gastada.

Leí, hace un par de días, este artículo de Huffington Post y me di cuenta que dice/escribe cosas que yo siempre digo.


¿Seré una psicóloga frustrada? ¿Será que la experiencia de la vida te hace realmente más sabia? O, ¿simplemente es casualidad?

Acá comparto un artículo que habla sobre lo que debemos hacer cuando se rompe una relación. Da unos pequeños consejos ante la ruptura. Pero yo creo que, el mejor de todos, es "darle la vuelta a la tortilla", buscar el lado bueno de las cosas y sonreír, porque la sonrisa nos ayuda a llevar las cosas de mejor manera, acompañarnos por aquellas personas que nos aportan cosas positivas, que nos ayudarán en este camino de la recuperación tras una ruptura, la cual siempre es dolorosa. Tenemos que dejar de lado a esas personas que no nos aportan nada, que, quizás, lo único que hagan es ser más perjudiciales y dañinas para nosotros/as que nosotras mismas.


http://www.huffingtonpost.es/cesar-martinez-romero/que-hacer-cuando-te-rompe_b_5779262.html?utm_hp_ref=spain

Así que, para todas aquellas personas que quieran romper o que hayan roto con algo o alguien, la tarea para los próximos días es la siguiente:




Taller "somos reinas", Madrid 2013

Muchas veces hay que echarle morro a la vida, lanzarse para ir consiguiendo poco a poco tus sueños, lo que quieres, para acercarte cada vez más a la luna.

Y eso es lo que hice yo al ponerme en contacto con la asociación "Generando Igualdad" de Madrid. 

Mi primer llamado a otra asociación de la capital no tuvo su fruto, pero la respuesta de mis compis y "amigas" de ilusiones y sueños de Generando Igualdad fue rápida y llena de ilusión y alegría. Algo que les he agradecido enormemente.

Les gustó mi propuesta del taller de empoderamiento que llamé "somos reinas". Enseguida concretamos fechas.

Y allí me planté. En una ciudad a la que le empezaba a perder el miedo, a la que respetaba y comenzaba a querer (a mi manera). Dos sesiones de dos horas en junio y otras dos sesiones de dos horas en octubre.

Mis chicas son estupendas. Son mujeres fuertes, entregadas, apasionadas, luchadoras, agradecidas, simpáticas, alegres, saben apoyarse, saben estar junto a las otras mujeres que las necesitan, saben expresar lo que sienten, lo que piensan.

No les dejé de repetir que "somos reinas" y que no buscamos "príncipes azules", sino "reyes" como nosotras, que nos sepan aceptar, querer y que quieran compartir con nosotras el camino por la vida. Como dice un amigo: buscamos compañeros/as de viaje.

Han sido dos experiencias con Generando Igualdad preciosas, maravillosas que espero que se vuelvan a repetir (creo que sí porque ellas tienen ganas y yo también). 

Siempre las llevo en mi corazón, en mi mente y se me llena la boca cuando hablo de ellas, de "mis chicas".

¿Y qué decir de las técnicas que las atienden, que están con ellas? Sin palabras, realmente. Sólo puede agradecerles la ayuda que me han prestado y su simpatía y cercanía. Chicas, sois maravillosas, todas, sin excepción.

Aquí os pongo una foto que podéis ver en la página de la asociación. Son las participantes del taller "Fabricanciones" con el cantautor Rafa Sánchez, parte de mis chicas estupendas. También tienen un taller de manualidades con material reciclado. Yo tengo mi mariquilla puesta en mi frigorífico.
No puedo estar más orgullosa de mi proyecto de empoderamiento "somos reinas" y de los frutos que he ido consiguiento. 

Como les digo a ellas, no debemos olvidar que todas, absolutamente todas, "somos reinas".