Diario de una pandemia V

Desde la ventana, he observado la arboleda que hace bastantes años, cuando era una niña, recorría corriendo y buscando la ventana desde la cual se asomaba mi abuelito y nos saludaba.

Eso sucedía los fines de semana. Entre semana teníamos colegio y no podíamos venir a verlo a distancia.

Lo tomábamos como una excursión. Si no me falla la memoria, mi primo de Madrid también estaba y nos entreteníamos corriendo entre los árboles, saludando al abuelito con la mano, mientras los mayores (su hija y sus hijos) lo visitaban.

Nosotros éramos pequeños, y las niñas y los niños no pueden entrar en los hospitales si están sanos.

Ahora, en este 2020 que todo el mundo queremos olvidar, las tornas han cambiado. Ya no soy pequeña, ya me dejan subir al hospital aunque no esté enferma.

Ahora me toca cuidar. Y, aunque duela, lo hago con gusto.

Ahora soy yo la que da de comer, la que está en duermevela por las noches pendiente de la respiración de otra persona, la que dice palabras cariñosas para que lleguen al alma, porque el corazón está flojo y el oído está bastante duro.

Ahora soy yo la que está pendiente para que el sufrimiento no juegue una mala pasada.

Ahora, en muchas ocasiones, odio ser persona adulta y tener responsabilidades no elegidas, pero que llegan sin evitarlo.

Es un 2020 que pasará a la historia, no por los grandes hechos, todos positivos, sino porque deja lo peor de lo peor. Pero, además, creo que a pocas personas les ha enseñado la importancia de determinados valores que son necesarios para la supervivencia, el bienestar…

Un año 2020 con una pandemia mundial, con grandes pérdidas culturares en España y a nivel personal… Queríamos que el 2019 terminara. Pues el 2020 no está siendo mejor, al contrario.

Ojalá se pudiera resetear, como si fuera un ordenador. Pero no se puede. Así que hay que apechugar, sacar pecho y tirar para adelante. De todo se aprende. Espero que todas las personas hayan o estén aprendiendo algo. Me cuesta no confiar en el ser humano.

Antonio Vega: "El sitio de mi recreo".

https://www.youtube.com/watch?v=KgjfPcjWkyg

 



Diario de una pandemia V

Desde la ventana, he observado la arboleda que hace bastantes años, cuando era una niña, recorría corriendo y buscando la ventana desde la cual se asomaba mi abuelito y nos saludaba.

Eso sucedía los fines de semana. Entre semana teníamos colegio y no podíamos venir a verlo a distancia.

Lo tomábamos como una excursión. Si no me falla la memoria, mi primo de Madrid también estaba y nos entreteníamos corriendo entre los árboles, saludando al abuelito con la mano, mientras los mayores (su hija y sus hijos) lo visitaban.

Nosotros éramos pequeños, y las niñas y los niños no pueden entrar en los hospitales si están sanos.

Ahora, en este 2020 que todo el mundo queremos olvidar, las tornas han cambiado. Ya no soy pequeña, ya me dejan subir al hospital aunque no esté enferma.

Ahora me toca cuidar. Y, aunque duela, lo hago con gusto.

Ahora soy yo la que da de comer, la que está en duermevela por las noches pendiente de la respiración de otra persona, la que dice palabras cariñosas para que lleguen al alma, porque el corazón está flojo y el oído está bastante duro.

Ahora soy yo la que está pendiente para que el sufrimiento no juegue una mala pasada.

Ahora, en muchas ocasiones, odio ser persona adulta y tener responsabilidades no elegidas, pero que llegan sin evitarlo.

Es un 2020 que pasará a la historia, no por los grandes hechos, todos positivos, sino porque deja lo peor de lo peor. Pero, además, creo que a pocas personas les ha enseñado la importancia de determinados valores que son necesarios para la supervivencia, el bienestar…

Un año 2020 con una pandemia mundial, con grandes pérdidas culturares en España y a nivel personal… Queríamos que el 2019 terminara. Pues el 2020 no está siendo mejor, al contrario.

Ojalá se pudiera resetear, como si fuera un ordenador. Pero no se puede. Así que hay que apechugar, sacar pecho y tirar para adelante. De todo se aprende. Espero que todas las personas hayan o estén aprendiendo algo. Me cuesta no confiar en el ser humano.

Antonio Vega: "El sitio de mi recreo".

https://www.youtube.com/watch?v=KgjfPcjWkyg

 



Diario de una pandemia IV

Parece que pasar de fase es como aprobar un examen muy importante. O como si nos diese derecho a obtener una plaza de trabajo para un puesto fijo importante.

Creo que se nos olvida que el puesto importante que nos jugamos es nuestra propia vida, nuestra propia seguridad; pero, a la vez, la vida y la seguridad de todas las personas de nuestro entorno, de nuestra ciudad, de nuestro país...

Hemos escuchado (o leído en mi caso) verdaderas barbaridades para luchar o combatir el COVID-19. Encima, esas recomendaciones o propuestas vienen de los responsables de gobernar-dirigir un país. También existen empresas (capitalismo on fire) que se sacan trucos de la manga para desinfectar, vacunar, etc., yendo en cotnra de todas las recomendaciones sanitarias. ¡Así nos luce el pelo!

Sigo escuchando a personas argumentar y quejarse porque no se abren los bares, las discotecas, los gimnasios o porque en las tiendas de ropa siguen unas normas muy estrictas de seguridad e higiene. Pero no escucho manifestarse por un apoyo a los servicios públicos, por blindar contratos y dar un salario más que digno al personal sanitario, de la limpieza, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, personal de supermercados... Ni porque se abran, con seguridad, los parques para nuestras/os peques puedan desfogarse.

Seguimos dando soluciones de mierda para nuestra educación. Continuamos fomentando la desigualdad digital, de salarios... Seguimos aceptando la desigualdad según el color de piel, el nivel económico o el sexo...

Yo era de las personas que pensaba que esta pandemia nos iba a cambiar a todo el mundo. Que nos haría valorar nuestro entorno, ser conscientes de la necesidad de cuidarNOS y cuidar a las otras personas, al Planeta... Pero veo que me equivocaba. 
En realidad no hemos cambiado. En realidad no valoramos más las cosas, seguimos siendo egoístas. Continuamos mirando nuestro propio ombligo, sin importar cómo esté el de al lado. Seguimos siendo cortas de miras y no somos capaces de ver más allá de nuestras propias narices. 


¿De verdad que nos seguimos creyendo invencibles, inmunes a todo?

Diario de una pandemia IV

Parece que pasar de fase es como aprobar un examen muy importante. O como si nos diese derecho a obtener una plaza de trabajo para un puesto fijo importante.

Creo que se nos olvida que el puesto importante que nos jugamos es nuestra propia vida, nuestra propia seguridad; pero, a la vez, la vida y la seguridad de todas las personas de nuestro entorno, de nuestra ciudad, de nuestro país...

Hemos escuchado (o leído en mi caso) verdaderas barbaridades para luchar o combatir el COVID-19. Encima, esas recomendaciones o propuestas vienen de los responsables de gobernar-dirigir un país. También existen empresas (capitalismo on fire) que se sacan trucos de la manga para desinfectar, vacunar, etc., yendo en cotnra de todas las recomendaciones sanitarias. ¡Así nos luce el pelo!

Sigo escuchando a personas argumentar y quejarse porque no se abren los bares, las discotecas, los gimnasios o porque en las tiendas de ropa siguen unas normas muy estrictas de seguridad e higiene. Pero no escucho manifestarse por un apoyo a los servicios públicos, por blindar contratos y dar un salario más que digno al personal sanitario, de la limpieza, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, personal de supermercados... Ni porque se abran, con seguridad, los parques para nuestras/os peques puedan desfogarse.

Seguimos dando soluciones de mierda para nuestra educación. Continuamos fomentando la desigualdad digital, de salarios... Seguimos aceptando la desigualdad según el color de piel, el nivel económico o el sexo...

Yo era de las personas que pensaba que esta pandemia nos iba a cambiar a todo el mundo. Que nos haría valorar nuestro entorno, ser conscientes de la necesidad de cuidarNOS y cuidar a las otras personas, al Planeta... Pero veo que me equivocaba. 
En realidad no hemos cambiado. En realidad no valoramos más las cosas, seguimos siendo egoístas. Continuamos mirando nuestro propio ombligo, sin importar cómo esté el de al lado. Seguimos siendo cortas de miras y no somos capaces de ver más allá de nuestras propias narices. 


¿De verdad que nos seguimos creyendo invencibles, inmunes a todo?