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Acoso

ACOSO
Dícese de aquella persona que hostiga, persigue o molesta a otra.

Podemos hacer la siguiente distinción:
  1. Acoso sexual.
  2. Acoso laboral.
  3. Acoso callejero.
  4. Acoso sexual por razón de sexo.
  5. Acoso sexual académico.
  6. Acoso sexual laboral.
  7. Acoso escolar.

En todos ellos prima la posición de superioridad de quien acosa sobre la persona acosada. Es decir, quien acosa se vale de su poder para amenazar, amedrentar, hostigar, perseguir, molestar a la otra persona; a quien considera inferior.


Nuestro Código Penal, desde el año 2015, recoge el delito de stalking, o acoso, dentro de los delitos contra la libertad. En concreto, el art. 172 ter establece que será penado quien acose a una persona llevando a cabo, de forma insistente y reiterada, y sin estar legítimamente autorizado, alguna de las conductas que describo a continuación, y que alteran gravemente el desarrollo de la vida cotidiana de quien es acosada:
  • Vigilancia, persecución o búsqueda de cercanía física.
  • Establecimiento, o intento de hacerlo, de contacto con ella a través de cualquier medio de comunicación, o por medio de terceras personas.
  • Haciendo uso indebido de los datos personales, adquisición de productos o mercancías, o contratación de servicios o consigue que terceras personas se pongan en contacto con ella.
  • Atentado contra su libertad o patrimonio, o contra la libertad o patrimonio de una persona próxima a ella.

Hay muchas personas que se valen de su rango académico, laboral o personal para intentar amedrentar, coartar a otra persona que consideran que debe hacer lo que la persona acosadora diga o quiera. También se valen de las amenazas o coacciones para evitar, en algunos casos, que determinadas actividades, que no son del todo legales, correctas o éticamente válidas, salgan a la luz o sean denunciadas.

Son numerosos los casos de acoso, de cualquier tipo, que no salen a la luz por distintos motivos: vergüenza, miedo, culpa, pánico a que las amenazas se conviertan en realidad... Y de esto se valen las personas "poderosas". No sólo es lo que digan (lenguaje verbal), sino lo que no dicen (lenguaje gestual), el ambiente en el cual se produce el acoso, las amenazas, las coacciones. También quien acosa es conocedor, quizás, de la inocencia, de la ignorancia de las vías que posee para denunciar (no tiene por qué ser en una comisaría o cuartelillo),  de la juventud que la hice inexperta... Y de todo eso se vale para crear ese ambiente de terror que le lleva a obtener lo que quiere y a que reine el silencio.

En diferentes ámbitos se produce: jefes que se consideran los reyes e intocables y que consiguen que las personas trabajadoras hagan lo que no tienen estipulado en el contrato por temor a perder su trabajo; profesorado que amedrenta al alumnado; personas que se creen con tanto poder como para amenazar a jóvenes con quitarles aquello que más ilusión le hace si no dejan de hacer ruido para dar a conocer las injusticias y los atropellos que se están cometiendo en una entidad que se vanagloria de siglos de excelencia y que lo que hace es barrer la mierda y esconderla debajo de la alfombra.

ACOSO




Acoso

ACOSO
Dícese de aquella persona que hostiga, persigue o molesta a otra.

Podemos hacer la siguiente distinción:
  1. Acoso sexual.
  2. Acoso laboral.
  3. Acoso callejero.
  4. Acoso sexual por razón de sexo.
  5. Acoso sexual académico.
  6. Acoso sexual laboral.
  7. Acoso escolar.

En todos ellos prima la posición de superioridad de quien acosa sobre la persona acosada. Es decir, quien acosa se vale de su poder para amenazar, amedrentar, hostigar, perseguir, molestar a la otra persona; a quien considera inferior.


Nuestro Código Penal, desde el año 2015, recoge el delito de stalking, o acoso, dentro de los delitos contra la libertad. En concreto, el art. 172 ter establece que será penado quien acose a una persona llevando a cabo, de forma insistente y reiterada, y sin estar legítimamente autorizado, alguna de las conductas que describo a continuación, y que alteran gravemente el desarrollo de la vida cotidiana de quien es acosada:
  • Vigilancia, persecución o búsqueda de cercanía física.
  • Establecimiento, o intento de hacerlo, de contacto con ella a través de cualquier medio de comunicación, o por medio de terceras personas.
  • Haciendo uso indebido de los datos personales, adquisición de productos o mercancías, o contratación de servicios o consigue que terceras personas se pongan en contacto con ella.
  • Atentado contra su libertad o patrimonio, o contra la libertad o patrimonio de una persona próxima a ella.

Hay muchas personas que se valen de su rango académico, laboral o personal para intentar amedrentar, coartar a otra persona que consideran que debe hacer lo que la persona acosadora diga o quiera. También se valen de las amenazas o coacciones para evitar, en algunos casos, que determinadas actividades, que no son del todo legales, correctas o éticamente válidas, salgan a la luz o sean denunciadas.

Son numerosos los casos de acoso, de cualquier tipo, que no salen a la luz por distintos motivos: vergüenza, miedo, culpa, pánico a que las amenazas se conviertan en realidad... Y de esto se valen las personas "poderosas". No sólo es lo que digan (lenguaje verbal), sino lo que no dicen (lenguaje gestual), el ambiente en el cual se produce el acoso, las amenazas, las coacciones. También quien acosa es conocedor, quizás, de la inocencia, de la ignorancia de las vías que posee para denunciar (no tiene por qué ser en una comisaría o cuartelillo),  de la juventud que la hice inexperta... Y de todo eso se vale para crear ese ambiente de terror que le lleva a obtener lo que quiere y a que reine el silencio.

En diferentes ámbitos se produce: jefes que se consideran los reyes e intocables y que consiguen que las personas trabajadoras hagan lo que no tienen estipulado en el contrato por temor a perder su trabajo; profesorado que amedrenta al alumnado; personas que se creen con tanto poder como para amenazar a jóvenes con quitarles aquello que más ilusión le hace si no dejan de hacer ruido para dar a conocer las injusticias y los atropellos que se están cometiendo en una entidad que se vanagloria de siglos de excelencia y que lo que hace es barrer la mierda y esconderla debajo de la alfombra.

ACOSO




Metro

La semana pasada viví una situación que me dejó un poco helada... ahora que me pongo a escribirlo, me recuerda a otro hecho acaecido hace ya bastantes años, cuando era una estudiante de Derecho que estaba disfrutando del verano en compañía de sus amigos y amigas. Pero esa historia, para otra ocasión.

Lo que sucedió hace unos días me ha hecho cuestionarme muchas cosas, entre ellas, si actué bien o debería haber hecho algo más.
Caminaba hacia la boca del metro, hablando por teléfono. Iba a ser una visita rápida al centro, sabía dónde tenía que ir, qué tenía que hacer y el tiempo, más o menos aproximado, que iba a tardar en llegar. 
De pronto escuché una voz, bastante alta para mi gusto. Me paré en la boca del metro porque allá abajo no había cobertura. Y esperé. El teléfono aún pegado a mi oreja.
De pronto aparecieron en mi campo de visión un hombre, quien gritaba, una mujer, impasible, el gesto de su cara neutro, y una niña que caminaba a cierta distancia, no mucho, de la pareja. El hombre no dejaba de gritar, no recuerdo sus palabras. Bajaron las escaleras de la boca de metro. Cuando terminaron de bajar, sin traspasar las puertas, el hombre alzó más aún la voz, se aproximó a la mujer. Yo esperé. Sin colgar la llamada. Como aquello parecía que se ponía "chungo", bajé unos escalones dispuesta a cortar la llamada y marcar el 112 o el 091. De pronto, apareció la niña corriendo y se quedó quieta al verme descender por las escaleras. Pasé al lado de la pareja. La mujer estaba quieta, gesto neutro en su rostro, tiesa, en ningún momento había abierto la boca para decir nada. El hombre aún hablaba en voz alta. Pasé a su lado y les miré, despacio. Pensaba: "Levántale la mano y... me llevaré un guantazo, pero tú tendrás que vértelas con la policía". Traspasamos a la par las puertas de acceso al metro. Yo caminaba despacio, esperando...

Mientras esperaba en el andén. La mujer apareció. Sola. Su gesto aún era neutro. Como si nada hubiera pasado. No me miró. Pero yo si la miré a ella. Nadie la seguía. En realidad no respiré tranquila. 

Hoy sigo pensando si no debía haber hecho algo más, haber increpado a ese hombre. Cuando salí del metro, a la vuelta, miré si había cámaras, si lo habrían grabado. Sé que me vieron, sé que el hombre sabía que estaba ahí, esperando... Cierto es que, cuando pasé a su lado, el tono de voz descendió. La niña se quedó parada cuando me vio.

No sé. Siempre pienso que podría haber actuado de otra forma, haber hecho algo más. Nunca es suficiente.


Metro

La semana pasada viví una situación que me dejó un poco helada... ahora que me pongo a escribirlo, me recuerda a otro hecho acaecido hace ya bastantes años, cuando era una estudiante de Derecho que estaba disfrutando del verano en compañía de sus amigos y amigas. Pero esa historia, para otra ocasión.

Lo que sucedió hace unos días me ha hecho cuestionarme muchas cosas, entre ellas, si actué bien o debería haber hecho algo más.
Caminaba hacia la boca del metro, hablando por teléfono. Iba a ser una visita rápida al centro, sabía dónde tenía que ir, qué tenía que hacer y el tiempo, más o menos aproximado, que iba a tardar en llegar. 
De pronto escuché una voz, bastante alta para mi gusto. Me paré en la boca del metro porque allá abajo no había cobertura. Y esperé. El teléfono aún pegado a mi oreja.
De pronto aparecieron en mi campo de visión un hombre, quien gritaba, una mujer, impasible, el gesto de su cara neutro, y una niña que caminaba a cierta distancia, no mucho, de la pareja. El hombre no dejaba de gritar, no recuerdo sus palabras. Bajaron las escaleras de la boca de metro. Cuando terminaron de bajar, sin traspasar las puertas, el hombre alzó más aún la voz, se aproximó a la mujer. Yo esperé. Sin colgar la llamada. Como aquello parecía que se ponía "chungo", bajé unos escalones dispuesta a cortar la llamada y marcar el 112 o el 091. De pronto, apareció la niña corriendo y se quedó quieta al verme descender por las escaleras. Pasé al lado de la pareja. La mujer estaba quieta, gesto neutro en su rostro, tiesa, en ningún momento había abierto la boca para decir nada. El hombre aún hablaba en voz alta. Pasé a su lado y les miré, despacio. Pensaba: "Levántale la mano y... me llevaré un guantazo, pero tú tendrás que vértelas con la policía". Traspasamos a la par las puertas de acceso al metro. Yo caminaba despacio, esperando...

Mientras esperaba en el andén. La mujer apareció. Sola. Su gesto aún era neutro. Como si nada hubiera pasado. No me miró. Pero yo si la miré a ella. Nadie la seguía. En realidad no respiré tranquila. 

Hoy sigo pensando si no debía haber hecho algo más, haber increpado a ese hombre. Cuando salí del metro, a la vuelta, miré si había cámaras, si lo habrían grabado. Sé que me vieron, sé que el hombre sabía que estaba ahí, esperando... Cierto es que, cuando pasé a su lado, el tono de voz descendió. La niña se quedó parada cuando me vio.

No sé. Siempre pienso que podría haber actuado de otra forma, haber hecho algo más. Nunca es suficiente.


Revictimización y/o culpabilización

Hoy quizás, escribiendo este post, toque mi vena sensible más de la cuenta, pero esto es así.

En esta semana me he dado cuenta de que con palabras, muchas veces sin querer (eso espero)y porque no sabemos cómo actuar en determinadas situaciones, tendemos a culpabilizar de una situación a quien, en realidad, es la víctima de la misma.

Frases como: "es que no ha contado nada", "no teníamos ni idea", "es que en cuanto ustedes lo han sabido tenían que haberlo comunicado para actuar", "pues yo la he visto siempre bien", "pero si tiene su grupo de amigas/os", etc. Todas estas frases, sin querer, lo que hacen es hacer sentir mal a la persona que ha sufrido, por ejemplo, un caso de acoso escolar en la escuela.

No somos conscientes de que, en demasiadas ocasiones, aunque tengamos un grupo de amistades, aunque nos llevemos bien con nuestros padres, hermanos/as, nos cuesta mucho sincerarnos y contar lo que nos sucede en el día a día. Se hace realidad eso que solemos decir: me siento solo aunque esté rodeado de mucha gente.
Hablar de los sentimientos cuesta, hablar de situaciones dolorosas o incómodas también cuesta. No nos han enseñado a identificar nuestros sentimientos, a saber gestionarlos, a expresarlos sin temor. Según nos vamos haciendo mayores, perdemos esa frescura, la inocencia que nos caracterizaba y también perdemos ese desparpajo que hacía que dijéramos lo que pensábamos y lo que sentíamos sin pararnos a pensar si estábamos haciendo bien o mal.

Entonces, para no reconocer que no hemos sabido estar donde teníamos que estar o que no hemos sido capaces de ver cuándo una persona está mal anímica y psicológicamente, nos escudamos en decir: "es que no nos ha contado nada" y no somos conscientes del daño que con esa frase estamos haciendo a la otra persona.


La etapa de la adolescencia es complicada: cambio hormonal, descubrimiento de nuevos sentimientos, encontrarnos en esa época de "somos mayores, pero no tanto", empezar a tener responsabilidad, los estudios, la familia, las amistades, proceso de maduración,... Suma y sigue. 

Si un/a adolescente sufre insultos, vejaciones u otras situaciones incómodas en su centro escolar, cuando sale de paseo, en el cine... lo peor que podemos hacer es echarle la bronca porque no ha contado nada. Las madres, padres y educadores tenemos una posición difícil, pero tenemos que saber actuar con tacto para que la juventud pueda confiar en nosotros/as y sepan que pueden acudir a nosotros/as cuando vivan una situación complicada.
No es cuestión de lavarse las manos escudándonos en un "no teníamos constancia. No nos ha dicho nada. No hemos detectado nada", es una cuestión moral, ética el implicarnos desde que conocemos el caso o la situación y tratar de que esa persona se sienta mejor y que no vuelva a suceder, poniendo los medios disponibles.



Revictimización y/o culpabilización

Hoy quizás, escribiendo este post, toque mi vena sensible más de la cuenta, pero esto es así.

En esta semana me he dado cuenta de que con palabras, muchas veces sin querer (eso espero)y porque no sabemos cómo actuar en determinadas situaciones, tendemos a culpabilizar de una situación a quien, en realidad, es la víctima de la misma.

Frases como: "es que no ha contado nada", "no teníamos ni idea", "es que en cuanto ustedes lo han sabido tenían que haberlo comunicado para actuar", "pues yo la he visto siempre bien", "pero si tiene su grupo de amigas/os", etc. Todas estas frases, sin querer, lo que hacen es hacer sentir mal a la persona que ha sufrido, por ejemplo, un caso de acoso escolar en la escuela.

No somos conscientes de que, en demasiadas ocasiones, aunque tengamos un grupo de amistades, aunque nos llevemos bien con nuestros padres, hermanos/as, nos cuesta mucho sincerarnos y contar lo que nos sucede en el día a día. Se hace realidad eso que solemos decir: me siento solo aunque esté rodeado de mucha gente.
Hablar de los sentimientos cuesta, hablar de situaciones dolorosas o incómodas también cuesta. No nos han enseñado a identificar nuestros sentimientos, a saber gestionarlos, a expresarlos sin temor. Según nos vamos haciendo mayores, perdemos esa frescura, la inocencia que nos caracterizaba y también perdemos ese desparpajo que hacía que dijéramos lo que pensábamos y lo que sentíamos sin pararnos a pensar si estábamos haciendo bien o mal.

Entonces, para no reconocer que no hemos sabido estar donde teníamos que estar o que no hemos sido capaces de ver cuándo una persona está mal anímica y psicológicamente, nos escudamos en decir: "es que no nos ha contado nada" y no somos conscientes del daño que con esa frase estamos haciendo a la otra persona.


La etapa de la adolescencia es complicada: cambio hormonal, descubrimiento de nuevos sentimientos, encontrarnos en esa época de "somos mayores, pero no tanto", empezar a tener responsabilidad, los estudios, la familia, las amistades, proceso de maduración,... Suma y sigue. 

Si un/a adolescente sufre insultos, vejaciones u otras situaciones incómodas en su centro escolar, cuando sale de paseo, en el cine... lo peor que podemos hacer es echarle la bronca porque no ha contado nada. Las madres, padres y educadores tenemos una posición difícil, pero tenemos que saber actuar con tacto para que la juventud pueda confiar en nosotros/as y sepan que pueden acudir a nosotros/as cuando vivan una situación complicada.
No es cuestión de lavarse las manos escudándonos en un "no teníamos constancia. No nos ha dicho nada. No hemos detectado nada", es una cuestión moral, ética el implicarnos desde que conocemos el caso o la situación y tratar de que esa persona se sienta mejor y que no vuelva a suceder, poniendo los medios disponibles.



No al ciberstalking machista

Comienzo el 2015 impartiendo talleres sobre igualdad y violencia de género por los institutos de la provincia de Salamanca, gracias a a la asociación ADAVAS Salamanca.
Cada vez me doy más cuenta de la necesidad de hablar de estos temas (y de otros muchos, por supuesto).
Desgraciadamente unimos violencia de género con las relaciones de pareja, cuando, en realidad, en mi opinión, la violencia de género se puede producir en otros ámbitos también. Pero centrémonos en las relaciones de pareja.
Existen diversas campañas, distintas entidades y asociaciones que siguen, a pesar de los vientos en contra, trabajando para sensibilizar y prevenir sobre la violencia de género. ¿Por qué se está haciendo tanto hincapié en la juventud y las relaciones sentimentales?
La sociedad evoluciona. Las mentes evolucionan (o no). La tecnología evoluciona. Si juntamos todo esto, podemos tener entre nuestras manos una bomba de relojería.
En el blog de Familia enREDada (http://familiaenredada.tformas.com/com/)hablamos sobre la tecnología, internet, los riesgos, las ventajas, etc. Os animo a que investiguéis en él y leáis.

Parece que estoy hablando sin sentido, pero todo tiene un porqué, una causa, una justificación.

En la actualidad, vivimos inmersos/as en la tecnología. Ya casi nadie tiene un teléfono móvil en el que no tenga instalado Whatsapp, Line, Telegram o algún otro programa de mensajería instantánea. El ordenador, la tablet, el portátil se han convertido en una herramienta de trabajo, de juego, de diversión,... como un nuevo miembro de nuestro cuerpo, en muchos casos.

Pero estos avances, estas mejoras, también se han convertido en un nuevo modo de acosar, controlar, someter, espiar,...

La juventud considera que si tu pareja te pide las claves de tu facebook, twitter, el pin del móvil... y tú no se los das, estás demostrándole lo poco que le quieres. Pero, en realidad, lo que están haciendo es perder parte o toda tu intimidad.

La campaña contra la violencia de género del Gobierno del 2014 se centraba en la juventud. Los datos son alarmantes. Os insto a que tiréis de hemeroteca y leáis sobre la adolescencia y la violencia de género. O que busquéis un informe titulado: "Igualdad y prevención de la violencia de género en la adolescencia" y le echéis un vistazo.
Yo, sinceramente, estoy asustada. Y más observando lo que observo en los distintos institutos: chicas calladas, chicos que consideran que los celos son una muestra de amor, chicas que parece que no tienen opinión, etc. Esto, junto con los tremendos recortes económicos que están sufriendo determinados "temas", los cuales provocan que las asociaciones y entidades que se ocupan de trabajar para erradicar este problema social tengan más trabajo, pero estén ahogados de deudas y otros problemas, hace que cada vez sea más difícil sensibilizar, prevenir, acabar con las dudas, las preguntas y la juventud esté cada vez más perdida y volviendo a mentalidades de hace unos cuantos años. Ahora eso sí, desde las Administraciones Públicas se sigue exigiendo que se realice el trabajo.

A continuación os dejo un "cartel" rescatado del muro de facebook de Enredate sin Machismo donde advierte a la juventud (y a los no tan jóvenes) sobre el estado de las relaciones de pareja. Es muy gráfico, pero muy certero. En él se habla del "ciberstalking" machista, de ese control que se realiza a través del móvil, el ordenador/portátil, las redes sociales, etc. todo ello, teniendo como justificación, el amor.
Os animo a que visitéis su página web, seguro que os resulta de mucha utilidad: http://enredatesinmachismo.com/