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YO

YO

Existen personas que tienen la capacidad de escuchar a otras. Es una capacidad que no todo el mundo posee. Pero, en ocasiones, se olvidan de ser escuchadas. 




YO

Es decir, se olvidan del "yo". Son capaces de llenar su mochila chiquita de todas las "piedras" que sueltan las personas de su alrededor, las personas a las que escuchan sin poner peros, sin condiciones. Entonces, su mochila se hace más y más grande. Mochila que, con su enorme peso, daña la espalda y el alma. Las personas escuchadas se acostumbran a ello y se olvidan de que quien escucha, también se merece ser escuchada alguna vez.

YO

Pensamos que el egoísmo es malo. De hecho, cuando tachamos a una persona de egoísta, miramos de soslayo y torcemos el gesto. Es algo negativo. Enseñamos a las niñas y a los niños a compartir, a ser personas generosas, a no ser posesivas... Pero nos olvidamos de enseñarles a aceptar la frustración, a gestionar sus emociones, positivas o negativas, y a ser un poquito egoístas.





YO

Si no nos encontramos bien nosotras mismas, en salud y en alma, todo lo que transmitamos a las personas que nos rodean serán sensaciones negativas. Nos convertiremos en personas tóxicas, como el Grinch, por ejemplo. Personas que no necesitamos que estén cerca porque nos dañan. Quizás no físicamente, pero sí psicológica y mentalmente. El alma tiene que estar sana para que podamos evolucionar.

YO

Tenemos que pensar en nuestro "yo". De vez en cuando, debemos dejar de escuchar y exigir que nos escuchen. Ser egoístas, al fin y al cabo. Nuestro "yo" también es importante. Nuestro "yo" necesita también de unos oídos que se presten a escuchar los momentos, buenos y malos, de nuestra vida que merecen ser contados.
Si en algún momento no quiero escucharte, si en algún momento estoy callada, si en algún momento no te contesto como habitualmente lo hago, no me lo tengas en cuenta, estoy pensando en mi "yo".









YO

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Existen personas que tienen la capacidad de escuchar a otras. Es una capacidad que no todo el mundo posee. Pero, en ocasiones, se olvidan de ser escuchadas. 




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Es decir, se olvidan del "yo". Son capaces de llenar su mochila chiquita de todas las "piedras" que sueltan las personas de su alrededor, las personas a las que escuchan sin poner peros, sin condiciones. Entonces, su mochila se hace más y más grande. Mochila que, con su enorme peso, daña la espalda y el alma. Las personas escuchadas se acostumbran a ello y se olvidan de que quien escucha, también se merece ser escuchada alguna vez.

YO

Pensamos que el egoísmo es malo. De hecho, cuando tachamos a una persona de egoísta, miramos de soslayo y torcemos el gesto. Es algo negativo. Enseñamos a las niñas y a los niños a compartir, a ser personas generosas, a no ser posesivas... Pero nos olvidamos de enseñarles a aceptar la frustración, a gestionar sus emociones, positivas o negativas, y a ser un poquito egoístas.





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Si no nos encontramos bien nosotras mismas, en salud y en alma, todo lo que transmitamos a las personas que nos rodean serán sensaciones negativas. Nos convertiremos en personas tóxicas, como el Grinch, por ejemplo. Personas que no necesitamos que estén cerca porque nos dañan. Quizás no físicamente, pero sí psicológica y mentalmente. El alma tiene que estar sana para que podamos evolucionar.

YO

Tenemos que pensar en nuestro "yo". De vez en cuando, debemos dejar de escuchar y exigir que nos escuchen. Ser egoístas, al fin y al cabo. Nuestro "yo" también es importante. Nuestro "yo" necesita también de unos oídos que se presten a escuchar los momentos, buenos y malos, de nuestra vida que merecen ser contados.
Si en algún momento no quiero escucharte, si en algún momento estoy callada, si en algún momento no te contesto como habitualmente lo hago, no me lo tengas en cuenta, estoy pensando en mi "yo".









Ser madre, mujer, esposa-compañera, ...¿Soy una mala madre?

Llevo una temporada pensando en la difícil faceta de ser madre. Y de pronto, mientras revisaba el facebook, veo el artículo publicado en El País que se titula: "el síndrome de la mala madre". Y pienso, "leches, esto me viene que ni pintado".

Esto de estar ocupada las 24 horas del día, de estar pendiente de todo el mundo y de todo, de dejar de lado lo que realmente quieres hacer por complacer y por ser "buena hija, buena hermana, buena amiga, buena mujer, buena madre, buena conocida, buena estudiante, buena trabajadora..." es demasiado cansado. Y, por supuesto, siempre perfecta. Y claro, llega un punto en el que te planteas si realmente eres buena en algo.

Las mujeres, debido a los estereotipos y los roles de género que llevan existiendo y torturándonos, tanto a hombres como a mujeres (que conste), durante siglos, tenemos interiorizada la idea de que tenemos mil manos y tenemos que estar en mil sitios para ser, lo que se dice, una buena mujer. 
Esta imagen la he usado con adolescentes en mis talleres y han sabido captar exactamente el significado de la imagen (sin explicar, ahora mismo, en profundidad, en qué consistía la dinámica). En ocasiones parecemos un pulpo, con 8 tentáculos, o más, para hacer todas las tareas "para las que hemos nacido" por ser mujer (Os invito a que veáis la película: La sonrisa de Mona Lisa sobre los roles de género. Un pequeño fragmento lo encontráis en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=JRgZKEgD24U).

Cuando tienes hijos/as, la cosa se complica. O por lo menos para mí. Sacas tiempo, fuerzas, ánimos y de todo para estar a su lado en cualquier momento de su vida. Te vuelves a sacar el Graduado Escolar, la ESO o aquello para incentivarle, apoyarle y comprender. Aunque estés agotada, aunque hayas tenido un día de perros (¿por qué se usa esta expresión?), aunque lo que realmente te apetezca es meterte en la cama, enroscarte y que termine el día. Pues nada. Eres madre, eres mujer, no tienes opción. Apechuga, respira hondo y no pierdas los papeles.

Pero claro, eso de no perder los papeles, en muchas ocasiones, no es sencillo. Y se pierden. Y es entonces cuando piensas que algo haces mal. Que no estás haciendo las cosas como se tienen que hacer, que en algo estás fallando. Por supuesto, la culpa es tuya. Si tu hijo/a no es feliz (o eso piensas), está pasando un mal momento por su revolución hormonal o porque le toca, que no es buen/a estudiante, que está de capa caída, que las amistades le/la defrauden... Suma y sigue. Todo esto se convierte en algo tuyo. Tan tuyo, que sufres y te culpas porque no estás como debieras estar, porque no sabes cómo echarle una mano, cómo hacerle ver que puede confiar en ti y contarte sus preocupaciones, que estás ahí, a su lado, de forma incondicional, para ayudarle/la. Porque la perfecta mujer y madre sabe en todo momento qué tiene que hacer, que decir... y tú no. ¿En qué estás fallando?
No nos damos cuenta que no somos perfectas. Que la realidad es que no llegamos a todo ni a todos, que necesitamos momentos para nosotras mismas. No somos conscientes que nuestros/as hijos/as tienen que equivocarse para aprender y que nosotras, únicamente, tenemos que dejarles hacer y estar a su lado para ayudarles a levantarse y continuar. ¡NO SOMOS PERFECTAS! Necesitamos nuestro espacio (¿Habéis visto Dirty Dancing? Ya lo decía Patrick: "tu espacio, mi espacio").

Os dejo el enlace al artículo publicado en El País. Yo me lo releeré cuando me entre el bajón como madre, como mujer,...
http://elpais.com/elpais/2015/02/27/eps/1425053577_221825.html



Ser madre, mujer, esposa-compañera, ...¿Soy una mala madre?

Llevo una temporada pensando en la difícil faceta de ser madre. Y de pronto, mientras revisaba el facebook, veo el artículo publicado en El País que se titula: "el síndrome de la mala madre". Y pienso, "leches, esto me viene que ni pintado".

Esto de estar ocupada las 24 horas del día, de estar pendiente de todo el mundo y de todo, de dejar de lado lo que realmente quieres hacer por complacer y por ser "buena hija, buena hermana, buena amiga, buena mujer, buena madre, buena conocida, buena estudiante, buena trabajadora..." es demasiado cansado. Y, por supuesto, siempre perfecta. Y claro, llega un punto en el que te planteas si realmente eres buena en algo.

Las mujeres, debido a los estereotipos y los roles de género que llevan existiendo y torturándonos, tanto a hombres como a mujeres (que conste), durante siglos, tenemos interiorizada la idea de que tenemos mil manos y tenemos que estar en mil sitios para ser, lo que se dice, una buena mujer. 
Esta imagen la he usado con adolescentes en mis talleres y han sabido captar exactamente el significado de la imagen (sin explicar, ahora mismo, en profundidad, en qué consistía la dinámica). En ocasiones parecemos un pulpo, con 8 tentáculos, o más, para hacer todas las tareas "para las que hemos nacido" por ser mujer (Os invito a que veáis la película: La sonrisa de Mona Lisa sobre los roles de género. Un pequeño fragmento lo encontráis en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=JRgZKEgD24U).

Cuando tienes hijos/as, la cosa se complica. O por lo menos para mí. Sacas tiempo, fuerzas, ánimos y de todo para estar a su lado en cualquier momento de su vida. Te vuelves a sacar el Graduado Escolar, la ESO o aquello para incentivarle, apoyarle y comprender. Aunque estés agotada, aunque hayas tenido un día de perros (¿por qué se usa esta expresión?), aunque lo que realmente te apetezca es meterte en la cama, enroscarte y que termine el día. Pues nada. Eres madre, eres mujer, no tienes opción. Apechuga, respira hondo y no pierdas los papeles.

Pero claro, eso de no perder los papeles, en muchas ocasiones, no es sencillo. Y se pierden. Y es entonces cuando piensas que algo haces mal. Que no estás haciendo las cosas como se tienen que hacer, que en algo estás fallando. Por supuesto, la culpa es tuya. Si tu hijo/a no es feliz (o eso piensas), está pasando un mal momento por su revolución hormonal o porque le toca, que no es buen/a estudiante, que está de capa caída, que las amistades le/la defrauden... Suma y sigue. Todo esto se convierte en algo tuyo. Tan tuyo, que sufres y te culpas porque no estás como debieras estar, porque no sabes cómo echarle una mano, cómo hacerle ver que puede confiar en ti y contarte sus preocupaciones, que estás ahí, a su lado, de forma incondicional, para ayudarle/la. Porque la perfecta mujer y madre sabe en todo momento qué tiene que hacer, que decir... y tú no. ¿En qué estás fallando?
No nos damos cuenta que no somos perfectas. Que la realidad es que no llegamos a todo ni a todos, que necesitamos momentos para nosotras mismas. No somos conscientes que nuestros/as hijos/as tienen que equivocarse para aprender y que nosotras, únicamente, tenemos que dejarles hacer y estar a su lado para ayudarles a levantarse y continuar. ¡NO SOMOS PERFECTAS! Necesitamos nuestro espacio (¿Habéis visto Dirty Dancing? Ya lo decía Patrick: "tu espacio, mi espacio").

Os dejo el enlace al artículo publicado en El País. Yo me lo releeré cuando me entre el bajón como madre, como mujer,...
http://elpais.com/elpais/2015/02/27/eps/1425053577_221825.html