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Madrid

Durante más de cuatro años, pero sobre todo desde el 2013, he tenido que viajar con asiduidad a la capital del reino por cuestiones relacionadas con la #malditatesis. Reuniones con la directora, cursos, jornadas, entrevistas, talleres... No voy a decir que cualquier excusa era buena, porque no es así, ya que viajar a Madrid siempre me supone conciliar y no sentirme culpable por estar 2 ,3 ó 4 días fuera de casa.


Pero también es cierto que venir acá me ha supuesto, en muchos casos, una vía de escape, de desconexión y tranquilidad. 

Mientras la inmensa mayoría de las personas caminan aceleradas, sin detenerse a mirar a la otra persona, yo camino despacio, sin prisa (suelo salir con tiempo), disfrutando de lo que me rodea y sintiéndome diferente porque no soy una persona agobiada.

Yo he acabado entrando en Madrid. Me siento segura. Me siento bien. En mi sitio. No siento el agobio de años atrás cuando era la viva imagen de Paco Martínez Soria versión mujer. Sólo me faltaba agarrarme a la chaqueta de mi tía o al brazo de mi tío cual niña asustada.

Ahora observo esta ciudad desde la distancia. Examino sus edificios, sus parques, sus tiendas... Disfruto de mis amistades madrileñas (algunas veces más que otras) e, incluso, doy indicaciones en el metro. ¡YO! Ni me lo creo.

Ya me planteo un posible trabajo acá, con todo lo que ello significa. De hecho, amistades salmantinas me empujan a ello. "Tu sitio está allí".

Pero mi ciudad, con su tranquilidad y su espacio, sus tiempos, mi gente, me tiran. Y cuesta tomar una decisión.


(Post escrito el jueves 25 de enero, a las 20h en el Faborit de Plaza de España).

Madrid

Durante más de cuatro años, pero sobre todo desde el 2013, he tenido que viajar con asiduidad a la capital del reino por cuestiones relacionadas con la #malditatesis. Reuniones con la directora, cursos, jornadas, entrevistas, talleres... No voy a decir que cualquier excusa era buena, porque no es así, ya que viajar a Madrid siempre me supone conciliar y no sentirme culpable por estar 2 ,3 ó 4 días fuera de casa.


Pero también es cierto que venir acá me ha supuesto, en muchos casos, una vía de escape, de desconexión y tranquilidad. 

Mientras la inmensa mayoría de las personas caminan aceleradas, sin detenerse a mirar a la otra persona, yo camino despacio, sin prisa (suelo salir con tiempo), disfrutando de lo que me rodea y sintiéndome diferente porque no soy una persona agobiada.

Yo he acabado entrando en Madrid. Me siento segura. Me siento bien. En mi sitio. No siento el agobio de años atrás cuando era la viva imagen de Paco Martínez Soria versión mujer. Sólo me faltaba agarrarme a la chaqueta de mi tía o al brazo de mi tío cual niña asustada.

Ahora observo esta ciudad desde la distancia. Examino sus edificios, sus parques, sus tiendas... Disfruto de mis amistades madrileñas (algunas veces más que otras) e, incluso, doy indicaciones en el metro. ¡YO! Ni me lo creo.

Ya me planteo un posible trabajo acá, con todo lo que ello significa. De hecho, amistades salmantinas me empujan a ello. "Tu sitio está allí".

Pero mi ciudad, con su tranquilidad y su espacio, sus tiempos, mi gente, me tiran. Y cuesta tomar una decisión.


(Post escrito el jueves 25 de enero, a las 20h en el Faborit de Plaza de España).

Y después, ¿qué?

Y después de defender la tesis, ¿qué vas a hacer? Yo creo que es la pregunta que más veces me han hecho (junto con la de: ¿ya tienes fecha?) y que ya contesto de manera mecánica.

Aunque ya hablaré del proceso de realizar una tesis doctoral (de momento no la he acabado, así que el proceso sigue su camino), en este momento, no sólo las personas de mi entorno y conocidas me preguntan qué voy a hacer después, sino que yo también lo hago.

La lista de cosas pendientes por hacer que tengo en mi agenda va aumentando sin piedad. Me doy cuenta que en casa tengo que hacer "tal cosa" y, como me llevará mucho tiempo, lo apunto "para después de la tesis". 

Lo más importante de todo que he dejado para después de la defensa es recuperar mi vida normal en cuanto a la salud. Noto un cansancio físico y mental. El mental me repercute en el físico y parezco una abuelilla con los achaques normales de la edad. Alguien me pregunta y ya empiezo a enumerar todo aquello que yo noto que está mal en mi cuerpo. Lo dicho: una abuela (con todo el respeto del mundo). 

Creo que todas las personas que han realizado una tesis el deseo más importante que quieren cumplir cuando la acaban es tener unos días de relax. Esos días de descanso de no tener que preocuparte en cumplir plazos, en escribir, en maquetar; poder dormir más tiempo sin tener que pensar en que no se llega a la entrega, sin pensar en cortar, modificar, rehacer... El poder volver a la rutina de antes de comenzar la tesis doctoral.

Pero... y después, de después, ¿qué? 

Pues en mi caso, realmente no lo sé. Tengo que reconocer que tenía muchas expectativas puestas en la tesis, pero ahora me surgen las dudas, las inseguridades (así soy yo) y no tengo claro para qué me va a servir. No hago otra cosa que repetirme que para determinados puestos de trabajo se necesita tener el doctorado, que me abrirá otras puertas distintas a las de ahora, pero... la inseguridad está ahí, acompañada de la incertidumbre.
En realidad he podido descubrir que me gusta la investigación, que soy más rata de biblioteca (y de PC) de lo que realmente me gustaría, que me encanta la sociología y hacer estudios, pero que me falta una base firme y segura. También he podido comprobar que me gusta compartir estos conocimientos y, para ello, la docencia me encanta, pero no la tradicional, sino aquella que conlleva más trabajo para la persona docente: vídeos, lecturas, trabajos, ejemplos... En definitiva, más implicación y más compartir conocimientos y saberes. Pero también he descubierto que "sólo sé que no sé nada". Un problema a la hora de defender la investigación, pero en estos cuatro años también se me han creado inseguridades por la forma de desarrollarse todo el proceso doctoral.

¿Qué pasará después con esta humilde ratilla de biblioteca? Pues realmente no lo sé. Sólo espero que se me dé la oportunidad de cumplir mis sueños, que algo de estabilidad llegue a mi vida y que pueda continuar compartiendo mis conocimientos con todas aquellas personas que me quieran escuchar. Tengo claro que merece luchar por conseguir tus sueños, que no hay que tirar la toalla aunque las circunstancias vengan adversas. Reconozco que muchas veces yo he tenido ganas de hacerlo, y más en el último año, pero con la edad (lo dicho, abuela total) me vuelvo más cabezona y si por cabezonería acabé mis estudios universitarios, una tesis doctoral tampoco va a poder conmigo.

Ahora hay que terminar, disfrutar de ese momento, de esa paz que te tiene que envolver cuando terminas la defensa (con independencia de la nota) y disfrutar después de la compañía de tus personas cercanas que lo han sufrido a su manera, pero lo han sufrido. Cuando llegue el futuro, ya me lo plantearé.




Y después, ¿qué?

Y después de defender la tesis, ¿qué vas a hacer? Yo creo que es la pregunta que más veces me han hecho (junto con la de: ¿ya tienes fecha?) y que ya contesto de manera mecánica.

Aunque ya hablaré del proceso de realizar una tesis doctoral (de momento no la he acabado, así que el proceso sigue su camino), en este momento, no sólo las personas de mi entorno y conocidas me preguntan qué voy a hacer después, sino que yo también lo hago.

La lista de cosas pendientes por hacer que tengo en mi agenda va aumentando sin piedad. Me doy cuenta que en casa tengo que hacer "tal cosa" y, como me llevará mucho tiempo, lo apunto "para después de la tesis". 

Lo más importante de todo que he dejado para después de la defensa es recuperar mi vida normal en cuanto a la salud. Noto un cansancio físico y mental. El mental me repercute en el físico y parezco una abuelilla con los achaques normales de la edad. Alguien me pregunta y ya empiezo a enumerar todo aquello que yo noto que está mal en mi cuerpo. Lo dicho: una abuela (con todo el respeto del mundo). 

Creo que todas las personas que han realizado una tesis el deseo más importante que quieren cumplir cuando la acaban es tener unos días de relax. Esos días de descanso de no tener que preocuparte en cumplir plazos, en escribir, en maquetar; poder dormir más tiempo sin tener que pensar en que no se llega a la entrega, sin pensar en cortar, modificar, rehacer... El poder volver a la rutina de antes de comenzar la tesis doctoral.

Pero... y después, de después, ¿qué? 

Pues en mi caso, realmente no lo sé. Tengo que reconocer que tenía muchas expectativas puestas en la tesis, pero ahora me surgen las dudas, las inseguridades (así soy yo) y no tengo claro para qué me va a servir. No hago otra cosa que repetirme que para determinados puestos de trabajo se necesita tener el doctorado, que me abrirá otras puertas distintas a las de ahora, pero... la inseguridad está ahí, acompañada de la incertidumbre.
En realidad he podido descubrir que me gusta la investigación, que soy más rata de biblioteca (y de PC) de lo que realmente me gustaría, que me encanta la sociología y hacer estudios, pero que me falta una base firme y segura. También he podido comprobar que me gusta compartir estos conocimientos y, para ello, la docencia me encanta, pero no la tradicional, sino aquella que conlleva más trabajo para la persona docente: vídeos, lecturas, trabajos, ejemplos... En definitiva, más implicación y más compartir conocimientos y saberes. Pero también he descubierto que "sólo sé que no sé nada". Un problema a la hora de defender la investigación, pero en estos cuatro años también se me han creado inseguridades por la forma de desarrollarse todo el proceso doctoral.

¿Qué pasará después con esta humilde ratilla de biblioteca? Pues realmente no lo sé. Sólo espero que se me dé la oportunidad de cumplir mis sueños, que algo de estabilidad llegue a mi vida y que pueda continuar compartiendo mis conocimientos con todas aquellas personas que me quieran escuchar. Tengo claro que merece luchar por conseguir tus sueños, que no hay que tirar la toalla aunque las circunstancias vengan adversas. Reconozco que muchas veces yo he tenido ganas de hacerlo, y más en el último año, pero con la edad (lo dicho, abuela total) me vuelvo más cabezona y si por cabezonería acabé mis estudios universitarios, una tesis doctoral tampoco va a poder conmigo.

Ahora hay que terminar, disfrutar de ese momento, de esa paz que te tiene que envolver cuando terminas la defensa (con independencia de la nota) y disfrutar después de la compañía de tus personas cercanas que lo han sufrido a su manera, pero lo han sufrido. Cuando llegue el futuro, ya me lo plantearé.




Confío en el ser humano

La semana pasada me preguntaba uno de los asistentes a los talleres-charlas del proyecto Red.es que si pensaba que el mensaje que quería transmitir, al estar con ellos en las clases, a los/as adolescentes les quedaba o no. Que si consideraba que aquellos, porque la inmensa mayoría son chicos, que se erigían como líderes, en realidad se quedaban con lo que explicaba en los talleres (da igual la temática: TIC's, violencia de género, igualdad). Yo le dije que sí.

La conversación se desarrollaba dentro de las charlas-talleres que he impartido dentro del proyecto Red.es de capacitación en materia TIC a madres, padres, educadores de menores de edad. Y, como no podía ser de otra manera, nos preguntábamos si los menores de edad serían capaces de atender en charlas de este tipo o se escudarían en que saben y controlan todo lo que se "cuece" en la Red.

Yo les decía a los padres y madres que, en muchas ocasiones, todo esto basado en mi experiencia de 3 años largos trabajando en institutos y colegios con menores, ellos y ellas dan una imagen, debido a la presión de grupo, pero que, en el fondo, cuando estás a solas con ellos y ellas te das cuenta que el mensaje ha llegado.

Les conté el caso de un chico, en un instituto de un pueblo de Salamanca, con el que me enzarcé en una discusión en plena sesión. Ambos decíamos lo mismo, más o menos, pero él era incapaz de escucharme, porque sí me oía. Al final, le pedí que me dejara poner el corto que tenía preparado (el genial corto de Raquel Polo "Asesinos, ¿dígame?") y que después hablábamos de nuevo. Cuando finalizó el corto y la clase, porque no nos dio tiempo a nada más, el chico se acercó, me abrazó y me dio las gracias. Eso me vale. Eso lo llevo guardado en mi corazón, en mi cabeza y en mi alma. Ese gesto me demuestra que el mensaje llega, que ellos (y ellas) piensan, cuando quieren y les viene bien, y se quedan con todo lo que les contamos.

Os podría contar más casos de adolescentes que tienen una pose delante de los compañeros y de las compañeras, del profesor/tutora, etc. y luego, en el tú a tú, se muestran de otra manera, con otras inquietudes... Pero no voy a extenderme más. 

Os voy a poner otra muestra más de que se puede confiar en el ser humano y, en concreto, en la adolescencia, pues no todo está perdido, simplemente hay que saber llegar, escarbar y tocar la vena más sensible y crítica, para hacerles remover y que salten de la silla.

Esta semana pasada se ha convertido en noticia un corto realizado por un grupo de estudiantes zaragozanos que nos invitan a reflexionar sobre la violencia de género. El corto, de dos minutos escasos, se titula "¡Despierta! Wake up!".

Y tú, ¿te has despertado? No. ¿A qué estás esperando? Nos concierne a todo el mundo. Todas las personas somos responsables de luchar y erradicar toda clase de violencia. No mires hacia otro lado.




Confío en el ser humano

La semana pasada me preguntaba uno de los asistentes a los talleres-charlas del proyecto Red.es que si pensaba que el mensaje que quería transmitir, al estar con ellos en las clases, a los/as adolescentes les quedaba o no. Que si consideraba que aquellos, porque la inmensa mayoría son chicos, que se erigían como líderes, en realidad se quedaban con lo que explicaba en los talleres (da igual la temática: TIC's, violencia de género, igualdad). Yo le dije que sí.

La conversación se desarrollaba dentro de las charlas-talleres que he impartido dentro del proyecto Red.es de capacitación en materia TIC a madres, padres, educadores de menores de edad. Y, como no podía ser de otra manera, nos preguntábamos si los menores de edad serían capaces de atender en charlas de este tipo o se escudarían en que saben y controlan todo lo que se "cuece" en la Red.

Yo les decía a los padres y madres que, en muchas ocasiones, todo esto basado en mi experiencia de 3 años largos trabajando en institutos y colegios con menores, ellos y ellas dan una imagen, debido a la presión de grupo, pero que, en el fondo, cuando estás a solas con ellos y ellas te das cuenta que el mensaje ha llegado.

Les conté el caso de un chico, en un instituto de un pueblo de Salamanca, con el que me enzarcé en una discusión en plena sesión. Ambos decíamos lo mismo, más o menos, pero él era incapaz de escucharme, porque sí me oía. Al final, le pedí que me dejara poner el corto que tenía preparado (el genial corto de Raquel Polo "Asesinos, ¿dígame?") y que después hablábamos de nuevo. Cuando finalizó el corto y la clase, porque no nos dio tiempo a nada más, el chico se acercó, me abrazó y me dio las gracias. Eso me vale. Eso lo llevo guardado en mi corazón, en mi cabeza y en mi alma. Ese gesto me demuestra que el mensaje llega, que ellos (y ellas) piensan, cuando quieren y les viene bien, y se quedan con todo lo que les contamos.

Os podría contar más casos de adolescentes que tienen una pose delante de los compañeros y de las compañeras, del profesor/tutora, etc. y luego, en el tú a tú, se muestran de otra manera, con otras inquietudes... Pero no voy a extenderme más. 

Os voy a poner otra muestra más de que se puede confiar en el ser humano y, en concreto, en la adolescencia, pues no todo está perdido, simplemente hay que saber llegar, escarbar y tocar la vena más sensible y crítica, para hacerles remover y que salten de la silla.

Esta semana pasada se ha convertido en noticia un corto realizado por un grupo de estudiantes zaragozanos que nos invitan a reflexionar sobre la violencia de género. El corto, de dos minutos escasos, se titula "¡Despierta! Wake up!".

Y tú, ¿te has despertado? No. ¿A qué estás esperando? Nos concierne a todo el mundo. Todas las personas somos responsables de luchar y erradicar toda clase de violencia. No mires hacia otro lado.




Bahía de Caraquez, Municipalidad del Cantón Sucre, Ecuador, 3ª parte

Ha pasado más de un mes desde que llegué de Bahía de Caraquez, pero aún tengo en mi mente y en mi corazón todas las experiencias vividas y todas las personas con las que tuve la suerte de compartir momentos.
Ya os he hablado de mi experiencia en la Universidad Laica "Eloy Alfaro". En esta ocasión voy a contar, escuetamente, mi colaboración con la Municipalidad del Cantón Sucre en Bahía de Caraquez.
Junto con la licenciada Jacqueline Chacón, responsable de la ORMEF en Bahía, tuve la suerte de recorrer distintas comunidades para dar unas pequeñas charlas a mujeres y hombres de la comunidad.





Sobre todo les hablé sobre violencia de género. Situación que viven muchas mujeres en la ciudad y en las distintas comunidades. No pude llegar a todos los rincones de la ciudad por falta de tiempo, pero creo que, donde acudí, llegó y caló mi mensaje.
Tuve la oportunidad de escuchar a un hombre que contó parte de su experiencia como niño que sufrió maltrato y como después, en la edad adulta, logró parar a tiempo para no repetir lo que él había vivido en su casa durante su infancia.




La Iglesia de la Comunidad del Kilómetro 20, la Comunidad de Fanca, el Comedor Escolar de Fanca, éstos son algunos de los lugares que recorrí en taxi junto con la responsable del ORMEF.
 
Mujeres luchadoras, mujeres cuidadoras, mujeres comprometidas, mujeres involucradas, mujeres que quieren cambiar la sociedad en la que viven, mujeres preocupadas por el futuro de sus hijas e hijos, mujeres que encabezan una comunidad, una sociedad que cambia con lentitud, pero cambia.

También impartí una pequeñísima charla a un grupo de adolescentes en el teatro de la ciudad. Con ellos y ellas traté el tema de las conductas abusivas en la red: ciberacoso, adicción a los móviles, sexting, etc. Fue un grupo reducido de adolescentes de diversas edades y con distintas situaciones familiares, pero con inquietud por conocer del tema y por contar experiencias vividas que, en realidad, no identificaban con, por ejemplo, acoso escolar. Lástima de la falta de tiempo para poder seguir charlando con ellas y ellos.

El trabajar con toda esta gente ha sido una oportunidad de conocer otros puntos de vista, otros valores, otras inquietudes. De descubrir entornos diferentes a los españoles. Ni más bonitos, ni más feos, sólo distintos. Me ha aportado experiencia y bagaje para mi vida, tanto personal como profesional.

Terminé mis días allá con una idea y una sensación que se puede resumir en lo siguiente:

 
 



Bahía de Caraquez, provincia de Manabí, Ecuador 2ª parte

Llegué a Bahía de Caraquez y ya me tenían organizado un fin de semana de excursión y de celebración de cumpleaños. Tras ese fin de semana intenso (con visita voladora inesperada incluida), comencé mis charlas en la Universidad Laica "Eloy Alfaro", extensión de Manabí.

Entrada a la Universidad Laica "Eloy Alfaro"


La primera toma de contacto con la Universidad se produjo el martes, empezando fuerte: en la mañana charla sobre las conductas abusivas en internet en el auditorio y, en la tarde, una mini-conferencia sobre los aspectos sociales de las migraciones de los ecuatorianos en España, englobada dentro de la Semana Cultural de la Universidad.
Tras la mini-conferencia, en la que tuve que improvisar por primera vez, nos fuimos a cenar a un lugar maravilloso desde el que se podía ver el grandísimo río Chone alumbrado por la luna. En la mesa había profesorado, artistas pero una gran variedad cultural: ecuatorianos, españolas, austríacas, canadienses, etc. Una amalgama de nacionalidades unida por el amor a la cultura, el arte y la educación.



La puntualidad, me van a perdonar, brilla por su ausencia y, aunque llegaron a decirme que ya era una ecuatoriana más porque nunca empezaba a mi hora, yo sí era puntual, lo que sucede es que todos los días tenían que presentar mi charla y claro, el profesor que lo hacía, tenía clase y otras cuestiones que atender, así que nunca llegaba a la hora. Pero el alumnado tampoco, jajaja. 
Un ejemplo de cómo se iba llenando el auditorio se puede ver en las dos fotos siguientes.





¿El público? Variopinto, la verdad. De diversas ramas educativas y de diversas edades. Eso era lo bonito.
¿Habladoras? A ratos y depende de quién. Pero la verdad es que ha sido una grata experiencia, grandes momentos para compartir opiniones, ideas y ver que, en algunas cuestiones, no somos tan distintos. 
Hablé sobre "La red: las conductas abusivas en internet", "la igualdad de género o equidad de género" y "la violencia de género" ante un público que quería dormirse en algunos momentos (es lo que tiene estar en fiestas en la universidad), ver más vídeos entretenidos, escuchar canciones que hablaban sobre la violencia y compartir sus ideas, experiencias y opiniones conmigo. También había personas preguntonas que me ponían en verdaderos aprietos a veces, pues pasábamos de cuestiones profesionales a preguntas personales en menos de 5 segundos. Y mira que me advirtieron que allá las personas son preguntonas, pero yo no me lo creí hasta que lo sufrí.

Pero tengo que reconocer que lo pasé genial, que disfruté muchísimo, aunque me hicieran "phubbing" en más de una ocasión. 

La juventud es fantástica, maravillosa y tienen una calidad humana extraordinaria. El concepto que tienen de España creo que está más motivado por una utopía más que por la realidad, pero es normal, todo el mundo tiende a idealizar.

Me llevo tanto de esta experiencia, que no tengo espacio para escribir. En resumen, tenemos que trabajar mucho para que el futuro de estos/as jóvenes no sea negro, para que logremos que se vean como iguales.


Bahía de Caraquez, Ecuador 1ª parte

He cumplido mi sueño, por fin. Se suele decir que más vale tarde que nunca. Pues bueno, no ha sido tarde, tampoco ha sido pronto, sino en el momento justo, creo yo.

15 años he tardado en viajar a Ecuador, aunque algún año más en viajar a Latinoamérica (me daba igual el destino). 

Mucha gente me preguntaba que cuál era el motivo de haber elegido Ecuador y, encima, una ciudad "desconocida" como Bahía de Caraquez. La razón es muy simple: allí tengo a mi amigo Benja y me daba mucha más seguridad que viajar a Quito, la capital, o a otra ciudad.

 
 











Allá me he sentido como en casa. Estaba con mi gran amigo Benja, pero también compartía el día a día con sus compañeros de la Comunidad del Sagrado Corazón de Jesús. Durante 20 días he formado parte de esa familia, he compartido mesa, conversaciones, me he reído, he disfrutado de su compañía, de sus "piques", de su comida, de su experiencia... Realmente me han hecho mi estancia muy fácil y muy agradable.

Nada más llegar a la ciudad, he sentido el calor y la cercanía de la gente. Todo el mundo estaba dispuesto a ayudarme, a llevarme, a traerme, a conversar conmigo y a recordarme, casi a diario, que había ido por poco tiempo, más si les decía que tenía que "trabajar" y que me quedaba poco margen para visitar lugares y rincones.

Mi doctorado ha sido el causante de este viaje, organizado en tres meses (casi mejor, sin tiempo a pensarlo mucho). Por ello iba más por trabajo/estudios, que por ocio. He podido disfrutar de algunos rincones del país, pero también es cierto que me han quedado otros lugares por descubrir y disfrutar: Cuenca, Portocristi, Quito (lo he visitado, pero ha sido corto), la Isla Corazón, Guayaquil, etc.

He disfrutado del calor de la gente, de su cercanía, de su predisposición a acompañarme, a enseñarme, a conversar conmigo, ... Me he sentido integrada en esa ciudad, en la parroquia (donde he pasado muchos momentos) con ese grupo de mujeres que lo hacen todo más fácil, más liviano, donde chismorreábamos, "hacíamos trajes", hablábamos de mi vida en España, de su vida en esa ciudad que tiene que emerger, de política (sí, de política yo!!!), del clima, de la gastronomía,...

 












He tenido la oportunidad de oler, sentir, oír el océano. Ese océano Pacífico que no tenía nada de manso, al contrario, bravito estaba casi todos los días.  Un agua salada que echaba de menos porque este verano no había podido disfrutar de ella. En esta ocasión, en estos días, no me he hartado, sino que he visto otra perspectiva de ella.



Ha sido una suerte compartir momentos, horas del día, trabajo, confidencias, risas, viajes y tantas cosas que se quedan para mí, con mi gran amigo, con mi "director espiritual" (jajaja), con mi hermano mayor. Esa persona que se marchó de nuestra Salamanca querida hace 15 años y que siempre ha estado a mi lado, a pesar de la distancia. Una de las personas más importantes de mi vida (lo sabe y lo saben), de ésas a las que no quiero perder. Ha sido mi guía por Bahía, mi protector (no me dejaba casi en ningún momento y, en ocasiones, era demasido protector :-) Le estaré eternamente agradecida.
 

En próximos post iré desgranando mis 20 días en Bahía de Caraquez, ciudad a la que le queda mucho por crecer, a la que ya llevo en mi corazón, al igual que a sus gentes. Iré contando mis peripecias, mi adaptación, mis charlas, la Universidad, las mujeres del Movimiento de Mujeres La Merced, las reuniones con diversas comunidades, el día a día... De momento, esto es un anticipo y un agradecimiento tanto a las personas del otro lado del charco, como a las personas que dejé en mi tierra charra: ¡GRACIAS!




Bahía de Caraquez, Ecuador 1ª parte

He cumplido mi sueño, por fin. Se suele decir que más vale tarde que nunca. Pues bueno, no ha sido tarde, tampoco ha sido pronto, sino en el momento justo, creo yo.

15 años he tardado en viajar a Ecuador, aunque algún año más en viajar a Latinoamérica (me daba igual el destino). 

Mucha gente me preguntaba que cuál era el motivo de haber elegido Ecuador y, encima, una ciudad "desconocida" como Bahía de Caraquez. La razón es muy simple: allí tengo a mi amigo Benja y me daba mucha más seguridad que viajar a Quito, la capital, o a otra ciudad.

 
 











Allá me he sentido como en casa. Estaba con mi gran amigo Benja, pero también compartía el día a día con sus compañeros de la Comunidad del Sagrado Corazón de Jesús. Durante 20 días he formado parte de esa familia, he compartido mesa, conversaciones, me he reído, he disfrutado de su compañía, de sus "piques", de su comida, de su experiencia... Realmente me han hecho mi estancia muy fácil y muy agradable.

Nada más llegar a la ciudad, he sentido el calor y la cercanía de la gente. Todo el mundo estaba dispuesto a ayudarme, a llevarme, a traerme, a conversar conmigo y a recordarme, casi a diario, que había ido por poco tiempo, más si les decía que tenía que "trabajar" y que me quedaba poco margen para visitar lugares y rincones.

Mi doctorado ha sido el causante de este viaje, organizado en tres meses (casi mejor, sin tiempo a pensarlo mucho). Por ello iba más por trabajo/estudios, que por ocio. He podido disfrutar de algunos rincones del país, pero también es cierto que me han quedado otros lugares por descubrir y disfrutar: Cuenca, Portocristi, Quito (lo he visitado, pero ha sido corto), la Isla Corazón, Guayaquil, etc.

He disfrutado del calor de la gente, de su cercanía, de su predisposición a acompañarme, a enseñarme, a conversar conmigo, ... Me he sentido integrada en esa ciudad, en la parroquia (donde he pasado muchos momentos) con ese grupo de mujeres que lo hacen todo más fácil, más liviano, donde chismorreábamos, "hacíamos trajes", hablábamos de mi vida en España, de su vida en esa ciudad que tiene que emerger, de política (sí, de política yo!!!), del clima, de la gastronomía,...

 












He tenido la oportunidad de oler, sentir, oír el océano. Ese océano Pacífico que no tenía nada de manso, al contrario, bravito estaba casi todos los días.  Un agua salada que echaba de menos porque este verano no había podido disfrutar de ella. En esta ocasión, en estos días, no me he hartado, sino que he visto otra perspectiva de ella.



Ha sido una suerte compartir momentos, horas del día, trabajo, confidencias, risas, viajes y tantas cosas que se quedan para mí, con mi gran amigo, con mi "director espiritual" (jajaja), con mi hermano mayor. Esa persona que se marchó de nuestra Salamanca querida hace 15 años y que siempre ha estado a mi lado, a pesar de la distancia. Una de las personas más importantes de mi vida (lo sabe y lo saben), de ésas a las que no quiero perder. Ha sido mi guía por Bahía, mi protector (no me dejaba casi en ningún momento y, en ocasiones, era demasido protector :-) Le estaré eternamente agradecida.
 

En próximos post iré desgranando mis 20 días en Bahía de Caraquez, ciudad a la que le queda mucho por crecer, a la que ya llevo en mi corazón, al igual que a sus gentes. Iré contando mis peripecias, mi adaptación, mis charlas, la Universidad, las mujeres del Movimiento de Mujeres La Merced, las reuniones con diversas comunidades, el día a día... De momento, esto es un anticipo y un agradecimiento tanto a las personas del otro lado del charco, como a las personas que dejé en mi tierra charra: ¡GRACIAS!