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¿Creemos?

Cada vez soy más consciente de la existencia de temas que siguen siendo tabú y de los que nos cuesta enormemente hablar.

Ayer lanzaba una pregunta en Twitter: ¿Por qué, cuando usamos el femenino para nombrar, tenemos que pedir permiso, preguntar si no se sienten ofendidas o molestas las personas a las que nos dirigimos? 
Durante mucho tiempo, siglos, hemos usado el masculino para nombrar a un auditorio, aunque la inmensa mayoría de las personas asistentes sean mujeres. En ningún momento hemos pedido permiso o hemos preguntado si la mayoría se siente ofendida o le parece bien. Lo damos por supuesto.

Desde hace bastante tiempo ya, cada vez que veo una serie de televisión o una película, se activa en mí un sensor que hace que, aunque sea un momento de ocio, mi mente empiece a trabajar de forma inconsciente. Analizo, en la medida de mis posibilidades, cada escena, cada diálogo, cada movimiento... Las gafas violetas las llevo puestas las 24 horas del día, los 365 días del año (ó 366 si es año bisiesto).

Me recomendaron la serie: "Creedme". Una serie que trata, en el marco de Estados Unidos, un caso de agresión sexual o violación.

Me lo tuve que pensar mucho antes de ponerme, sentada en mi sofá, a verla. Hay determinadas series y películas que tengo que estar concienciada de lo que voy a ver. Necesito estar preparada para ello (de ahí la lista de series y películas que tengo pendientes). 

Pensé que iba a ser otra serie más que trata la violencia sexual de forma estereotipada, sin tacto y que me iba a cabrear mucho.

No hay que dar nada por supuesto.

"Creedme" aborda la violencia sexual, en concreto, las violaciones, sin morbosidad, con cautela. Trata de un tema que aún es tabú en una sociedad avanzada como es ésta del siglo XXI.

Vemos como se sigue dudando del testimonio de la víctima. Influye mucho la imagen que se tenga de quien relata lo que le ha sucedido. Nos pesa el bagaje que tenga la mujer, de dónde venga, cómo haya sido su vida, a qué se dedique... Estamos hablando de sexo. Y, en esto, las mujeres parece que tenemos que ser cuestionadas en todo momento. Pasamos de víctimas a culpables, pasando por la vergüenza, la culpabilidad, el miedo, el asco, el desasosiego, ...

Pero también podemos observar cómo la cosa cambia si quien investiga es sensible, empático/a, responsable y comprometido/a con su trabajo.

Vemos las dos caras de una misma moneda: policías rudos, toscos, sin una pizca de sensibilidad y empatía que lo que quieren es acabar cuanto antes con esa investigación, porque no lo ven claro y la chica no cumple con los estereotipos que nos han marcado y que nos dicen cómo tiene que ser una víctima de violación.

Por otro lado, tenemos a dos policías que se comprometen con su trabajo, que son concienzudas, responsables, empáticas, que saben ponerse en la piel de la víctima y hacer que se sienta lo más cómoda posible; saben cómo preguntar y qué preguntar, dejan espacio, son cercanas... Y no descansan para hallar al culpable. Siempre están dispuestas a escuchar, no juzgan, no critican, no toman decisiones por la víctima. Están. Acompañan.

En esta serie no hay morbo. Sé ve lo que es "necesario", se intuye el resto. Creo que el tema está tratado con respeto, sin buscar nada, más allá de concienciar a la población ante un tema tan sensible y delicado. 

Porque hay que cambiar la visión. Porque la víctima es víctima; y el culpable es culpable. Quien ha sufrido una agresión sexual, abuso o acoso sexual, tiene que ser acompañada, escuchada, apoyada... en ningún caso ser juzgada y culpabilizada. Hay que hacer un trabajo constante para reconfortar y que vuelva a creer en ella, se quite el peso de la culpa y la vergüenza de encima.

Creerla. No juzgar.



¿Creemos?

Cada vez soy más consciente de la existencia de temas que siguen siendo tabú y de los que nos cuesta enormemente hablar.

Ayer lanzaba una pregunta en Twitter: ¿Por qué, cuando usamos el femenino para nombrar, tenemos que pedir permiso, preguntar si no se sienten ofendidas o molestas las personas a las que nos dirigimos? 
Durante mucho tiempo, siglos, hemos usado el masculino para nombrar a un auditorio, aunque la inmensa mayoría de las personas asistentes sean mujeres. En ningún momento hemos pedido permiso o hemos preguntado si la mayoría se siente ofendida o le parece bien. Lo damos por supuesto.

Desde hace bastante tiempo ya, cada vez que veo una serie de televisión o una película, se activa en mí un sensor que hace que, aunque sea un momento de ocio, mi mente empiece a trabajar de forma inconsciente. Analizo, en la medida de mis posibilidades, cada escena, cada diálogo, cada movimiento... Las gafas violetas las llevo puestas las 24 horas del día, los 365 días del año (ó 366 si es año bisiesto).

Me recomendaron la serie: "Creedme". Una serie que trata, en el marco de Estados Unidos, un caso de agresión sexual o violación.

Me lo tuve que pensar mucho antes de ponerme, sentada en mi sofá, a verla. Hay determinadas series y películas que tengo que estar concienciada de lo que voy a ver. Necesito estar preparada para ello (de ahí la lista de series y películas que tengo pendientes). 

Pensé que iba a ser otra serie más que trata la violencia sexual de forma estereotipada, sin tacto y que me iba a cabrear mucho.

No hay que dar nada por supuesto.

"Creedme" aborda la violencia sexual, en concreto, las violaciones, sin morbosidad, con cautela. Trata de un tema que aún es tabú en una sociedad avanzada como es ésta del siglo XXI.

Vemos como se sigue dudando del testimonio de la víctima. Influye mucho la imagen que se tenga de quien relata lo que le ha sucedido. Nos pesa el bagaje que tenga la mujer, de dónde venga, cómo haya sido su vida, a qué se dedique... Estamos hablando de sexo. Y, en esto, las mujeres parece que tenemos que ser cuestionadas en todo momento. Pasamos de víctimas a culpables, pasando por la vergüenza, la culpabilidad, el miedo, el asco, el desasosiego, ...

Pero también podemos observar cómo la cosa cambia si quien investiga es sensible, empático/a, responsable y comprometido/a con su trabajo.

Vemos las dos caras de una misma moneda: policías rudos, toscos, sin una pizca de sensibilidad y empatía que lo que quieren es acabar cuanto antes con esa investigación, porque no lo ven claro y la chica no cumple con los estereotipos que nos han marcado y que nos dicen cómo tiene que ser una víctima de violación.

Por otro lado, tenemos a dos policías que se comprometen con su trabajo, que son concienzudas, responsables, empáticas, que saben ponerse en la piel de la víctima y hacer que se sienta lo más cómoda posible; saben cómo preguntar y qué preguntar, dejan espacio, son cercanas... Y no descansan para hallar al culpable. Siempre están dispuestas a escuchar, no juzgan, no critican, no toman decisiones por la víctima. Están. Acompañan.

En esta serie no hay morbo. Sé ve lo que es "necesario", se intuye el resto. Creo que el tema está tratado con respeto, sin buscar nada, más allá de concienciar a la población ante un tema tan sensible y delicado. 

Porque hay que cambiar la visión. Porque la víctima es víctima; y el culpable es culpable. Quien ha sufrido una agresión sexual, abuso o acoso sexual, tiene que ser acompañada, escuchada, apoyada... en ningún caso ser juzgada y culpabilizada. Hay que hacer un trabajo constante para reconfortar y que vuelva a creer en ella, se quite el peso de la culpa y la vergüenza de encima.

Creerla. No juzgar.



Las Caperucitas

Se nota que me gusta leer (me apasiona más bien) porque aprovecho cualquier oportunidad para hablaros del último libro que ha caído en mis manos o que me han recomendado y he leído. 
Como habéis podido comprobar, leo prácticamente de todo. Este año me he iniciado en la novela gráfica y tres son ya las que han entrado a formar parte de mi pequeña biblioteca.

En esta ocasión os quiero hablar de las distintas caperucitas (y caperucitos) que viven a nuestro alrededor y que ni sabemos que existen.

Esas caperucitas que tienen que hacer aquello que les dice su familia y con lo que no se encuentran cómodas, sabiendo, en su fuero interno, que no está bien lo que está sucediendo. Ven coartada su libertad y son chantajeadas emocionalmente por aquellos que, dicen, más les quieren. Además, son amenazadas, pues les dicen que las llamarán "locas" y nadie las creerá si se atreven a compartir sus inquietudes con otras personas.

Eso cuenta el libro "Las lágrimas de Caperucita". Muchos años en silencio. Los recuerdos más "dolorosos" han quedado postergados a lo más profundo de la memoria como fórmula de defensa, hasta que algo hace que aflorezcan, encontrándose con las fuerzas necesarias para gritar "¡basta!" y no callar. No volver a callar nunca. Ni ante su padre y su madre.


Al final, el miedo a quedarse sola se convierte en niebla y se da cuenta que hay personas a su alrededor, en muchos casos quien menos esperaba, que están dispuestas a estar a su lado apoyándola, sujetándola cuando no pueda caminar, y a llorar con ella cuando no pueda más.

Ya lo cantaba Ismael Serrano en la década de los 90: 

Caperucita sólo tiene dieciséis
primaveras sin flores, papá le dice: "Ven.
Caperucita eres joven y tienes que aprender
a ocuparte de la casa, que serás una mujer.

Para que seas buena esposa
y no envejezcas sola,
en la cama y la cocina has de saber
alegrar a tu marido y cuidar a cada hijo,
que te atrapa tu destino,
que has de ser madre y esposa"
(...)
Una gris mañana Caperucita se casó,
vestida de blanco, bella como una flor.
Su marido, muy elegante, otro lobo feroz,
y su padre orgulloso lloraba de emoción.


Las Caperucitas

Se nota que me gusta leer (me apasiona más bien) porque aprovecho cualquier oportunidad para hablaros del último libro que ha caído en mis manos o que me han recomendado y he leído. 
Como habéis podido comprobar, leo prácticamente de todo. Este año me he iniciado en la novela gráfica y tres son ya las que han entrado a formar parte de mi pequeña biblioteca.

En esta ocasión os quiero hablar de las distintas caperucitas (y caperucitos) que viven a nuestro alrededor y que ni sabemos que existen.

Esas caperucitas que tienen que hacer aquello que les dice su familia y con lo que no se encuentran cómodas, sabiendo, en su fuero interno, que no está bien lo que está sucediendo. Ven coartada su libertad y son chantajeadas emocionalmente por aquellos que, dicen, más les quieren. Además, son amenazadas, pues les dicen que las llamarán "locas" y nadie las creerá si se atreven a compartir sus inquietudes con otras personas.

Eso cuenta el libro "Las lágrimas de Caperucita". Muchos años en silencio. Los recuerdos más "dolorosos" han quedado postergados a lo más profundo de la memoria como fórmula de defensa, hasta que algo hace que aflorezcan, encontrándose con las fuerzas necesarias para gritar "¡basta!" y no callar. No volver a callar nunca. Ni ante su padre y su madre.


Al final, el miedo a quedarse sola se convierte en niebla y se da cuenta que hay personas a su alrededor, en muchos casos quien menos esperaba, que están dispuestas a estar a su lado apoyándola, sujetándola cuando no pueda caminar, y a llorar con ella cuando no pueda más.

Ya lo cantaba Ismael Serrano en la década de los 90: 

Caperucita sólo tiene dieciséis
primaveras sin flores, papá le dice: "Ven.
Caperucita eres joven y tienes que aprender
a ocuparte de la casa, que serás una mujer.

Para que seas buena esposa
y no envejezcas sola,
en la cama y la cocina has de saber
alegrar a tu marido y cuidar a cada hijo,
que te atrapa tu destino,
que has de ser madre y esposa"
(...)
Una gris mañana Caperucita se casó,
vestida de blanco, bella como una flor.
Su marido, muy elegante, otro lobo feroz,
y su padre orgulloso lloraba de emoción.


Responsabilidad de los centros educativos

Una noche de la semana pasada, me sorprendió la llamada de una mamá cuyos hijos habían estado conmigo en La pandilla chancleta. Me llamó porque se acordaba que hicimos un pequeño taller con ellos, en el verano, sobre a qué peticiones teníamos que decir que ¡no!
Me estuvo relatando lo que había sucedido en el colegio con su hijo de 5 años y la respuesta del colegio no me sorprendió.

Lo que me contaba era un caso, bastante claro, de acoso escolar a varios niños de la misma edad. En el colegio la profesora no se había dado cuenta de la magnitud a la que había llegado el abuso, ya que el hecho que se narraba había sucedido en el comedor del colegio. Pero, me pregunto yo, ¿el comedor escolar no está dentro del centro educativo? ¿Lo que suceda dentro del recinto escolar no es responsabilidad, también, del centro escolar?
Volvemos a echar balones fuera, a lavarnos las manos ante determinadas situaciones que nos resultan incómodas o que no sabemos cómo parar o afrontar. Seguimos culpando, sin decirlo, a quien es víctima de estos actos de abuso, como os hablaba en un post en junio de este año http://conseguiremoslaluna.tformas.com/2015/06/revictimizacion-yo-culpabilizacion.html
No podemos contarlo a la dirección del colegio porque es una responsabilidad de la monitora o del monitor del comedor, no podemos hablar con los padres del niño o de la niña en cuestión porque "son cosas de críos". Pero claro, como hablaba con un amigo, ¿cuándo dejan de ser "cosas de críos"? ¿Cuándo será el momento de ponerle freno a estos chicos y chicas, niños y niñas, que se piensan que todo el mundo tiene que estar bajo su "pie"?

De la llamada de teléfono resalto dos cosas, para no extenderme más, pues quiero que reflexionéis:
1. Me siento orgullosa (más aún) de las cosas que hacemos en La pandilla chancleta, porque de una forma u otra calan tanto en los/as niños/as como en sus progenitores. Se leen lo que les damos, los niños y las niñas cuentan en casa de lo que hablamos. Y, encima, acuden a nosotros para pedirnos más información.

2. Estoy comprobando que, en muchos centros educativos (no quiero decir que en todos), cuando se les plantea un problema de abuso o acoso no saben qué hacer, cómo actuar. Muchos tienen protocolos de convivencia que no aplican o que lo aplican a medias. Se tiende a revictimizar y culpabilizar a quien denuncia una situación de acoso. Además parece que toda la responsabilidad la tienen las madres y los padres; pero no nos damos cuenta que, en los centros educativos, de las situaciones que sucedan en ellos, la responsabilidad pasa a ser del centro.
En casa tenemos que educar a nuestros/as menores, pero en los colegios e institutos hay que enseñar. No son dos compartimentos estancos e independientes. Hay que trabajar, como siempre repito no sólo en este contexto, en equipo, colaborar, coordinarnos. Pero esto nos resulta muy difícil y es más sencillo echar la culpa a los padres y madres o tratar de ocultar los problemas.

Como aparece en la imagen de abajo, el abuso/acoso no es un cuento. Hay que concienciar, hay que trabajar en las aulas y en las casas para que aprendan a decir que no; pero también hay que enseñarles que no se puede conseguir todo a cualquier precio, tienen que saber aceptar el "no" de otras personas.

En la pandilla chancleta trabajamos el abuso sexual a través de la regla de Kiko. Os dejo el  pdf del cuento y el vídeo. Espero que os sirva y os guste. Ya sabéis que es cosa de todos/as.

 

Responsabilidad de los centros educativos

Una noche de la semana pasada, me sorprendió la llamada de una mamá cuyos hijos habían estado conmigo en La pandilla chancleta. Me llamó porque se acordaba que hicimos un pequeño taller con ellos, en el verano, sobre a qué peticiones teníamos que decir que ¡no!
Me estuvo relatando lo que había sucedido en el colegio con su hijo de 5 años y la respuesta del colegio no me sorprendió.

Lo que me contaba era un caso, bastante claro, de acoso escolar a varios niños de la misma edad. En el colegio la profesora no se había dado cuenta de la magnitud a la que había llegado el abuso, ya que el hecho que se narraba había sucedido en el comedor del colegio. Pero, me pregunto yo, ¿el comedor escolar no está dentro del centro educativo? ¿Lo que suceda dentro del recinto escolar no es responsabilidad, también, del centro escolar?
Volvemos a echar balones fuera, a lavarnos las manos ante determinadas situaciones que nos resultan incómodas o que no sabemos cómo parar o afrontar. Seguimos culpando, sin decirlo, a quien es víctima de estos actos de abuso, como os hablaba en un post en junio de este año http://conseguiremoslaluna.tformas.com/2015/06/revictimizacion-yo-culpabilizacion.html
No podemos contarlo a la dirección del colegio porque es una responsabilidad de la monitora o del monitor del comedor, no podemos hablar con los padres del niño o de la niña en cuestión porque "son cosas de críos". Pero claro, como hablaba con un amigo, ¿cuándo dejan de ser "cosas de críos"? ¿Cuándo será el momento de ponerle freno a estos chicos y chicas, niños y niñas, que se piensan que todo el mundo tiene que estar bajo su "pie"?

De la llamada de teléfono resalto dos cosas, para no extenderme más, pues quiero que reflexionéis:
1. Me siento orgullosa (más aún) de las cosas que hacemos en La pandilla chancleta, porque de una forma u otra calan tanto en los/as niños/as como en sus progenitores. Se leen lo que les damos, los niños y las niñas cuentan en casa de lo que hablamos. Y, encima, acuden a nosotros para pedirnos más información.

2. Estoy comprobando que, en muchos centros educativos (no quiero decir que en todos), cuando se les plantea un problema de abuso o acoso no saben qué hacer, cómo actuar. Muchos tienen protocolos de convivencia que no aplican o que lo aplican a medias. Se tiende a revictimizar y culpabilizar a quien denuncia una situación de acoso. Además parece que toda la responsabilidad la tienen las madres y los padres; pero no nos damos cuenta que, en los centros educativos, de las situaciones que sucedan en ellos, la responsabilidad pasa a ser del centro.
En casa tenemos que educar a nuestros/as menores, pero en los colegios e institutos hay que enseñar. No son dos compartimentos estancos e independientes. Hay que trabajar, como siempre repito no sólo en este contexto, en equipo, colaborar, coordinarnos. Pero esto nos resulta muy difícil y es más sencillo echar la culpa a los padres y madres o tratar de ocultar los problemas.

Como aparece en la imagen de abajo, el abuso/acoso no es un cuento. Hay que concienciar, hay que trabajar en las aulas y en las casas para que aprendan a decir que no; pero también hay que enseñarles que no se puede conseguir todo a cualquier precio, tienen que saber aceptar el "no" de otras personas.

En la pandilla chancleta trabajamos el abuso sexual a través de la regla de Kiko. Os dejo el  pdf del cuento y el vídeo. Espero que os sirva y os guste. Ya sabéis que es cosa de todos/as.

 

Nata y Chocolate

Hay una librería en Salamanca que a mí me vuelve loca. Su espacio, sus libreros y libreras, una atención estupenda... Esta librería se llama Hydria-Carletes. Es un espacio donde puedes consultar libros, escuchar música y tomarte una rica infusión, todo en uno.

Una de sus libreras, tocaya mía, me suele recomendar libros infantiles y juveniles sobre temáticas específicas.

Hoy os voy a recomendar el primero de ellos:
Es un libro infantil, para mayores de 12 años, que trata sobre el acoso escolar. De un modo muy sutil y nada escandaloso nos relata la forma que tiene una persona adulta de darse cuenta de la existencia de este problema y de cómo abordarlo.

Tendemos a considerar que los insultos y las pequeñas riñas entre los/as niños/as son simplemente eso, "cosas de niños"; pero en ocasiones, si no se toman medidas, si no se para a tiempo, puede desembocar en algo mucho más grave.
Os recomiendo su lectura. Yo, en breve, me sentaré a leer el segundo de la serie de "Nata y Chocolate".
Disfrutadlo y... estad pendientes.