Las pérdidas duelen. Da igual el valor que tengan en tu vida, si algo se va, si algo o alguien desaparece, durante un tiempo, duele. En mayor o menor medida, pero es así. Nada podemos hacer para que esto no suceda, es algo inevitable; si no sucede de este modo, es que no tienes sangre en las venas o es que estás hecho de hielo y tu corazón es frío.
Lo que más duele es la pérdida de personas queridas. Da igual que sean familiares o amistades, da igual la edad que tenga, da lo mismo si es algo esperado o no. Siempre, siempre, cuando alguien se marcha, duele en lo más profundo del corazón y del alma.
Siempre tratas de evitar ese dolor, pero es algo inevitable. Piensas que era lo mejor, que no tenía una calidad de vida adecuada, que se había convertido en una persona totalmente dependiente y que era una obligación su cuidado, quizás. Pero cuando llega el momento, cuando te das cuenta que ya no hay vuelta atrás y que lo que no quieres que suceda, va a suceder, duele. Y no te esperas lo esperado y las lágrimas inundan tus ojos, porque el llanto no hay que contenerlo y es una forma de expresar esos sentimientos que luchan por salir al exterior.
¿Por qué no podemos llorar? ¿Por qué tratamos de contener esas emociones que tenemos en nuestro interior?
Si no somos capaces de mostrarlas, si las guardamos y las contenemos, llegará un momento en que explotarán y no sabremos gestionarlas, las personas de nuestro entorno no sabrán qué nos pasa y no sabrán cómo ayudarnos.
Fuera frases tipo: "Deja ya de llorar", "Tranquílizate, era inevitable", "No llores más"... Lloraré cuando quiera, de la manera que me dé la gana y pararé cuando esté seca por dentro, cuando deje de doler y ya no sienta esa opresión en el pecho.
Cuando lloras, liberas tensión, estrés y comienza a inundarte la paz poco a poco.
Cada persona pasa el duelo de manera diferente. Unas personas lo superan antes que otras, lo gestionan de formas diferentes... Pero aprendes a vivir, aprendes que la vida sigue, que nada se detiene y que debes aprender a vivir con la ausencia, porque tú sigues acá y el mundo no se paraliza, sino que sigue su curso. El presente es el momento, el ahora, este preciso instante...
Las pérdidas duelen, siempre. Y seguirán doliendo hasta que ya no te des cuenta. Te seguirás acordando de la persona, pero siempre recordarás lo bueno, los recuerdos bonitos, aunque momentáneamente se encoja un poquito el corazón y el alma comience a llorar. Pero es normal.
Duele...