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Menos hablar y más actuar

El año pasado me quedé con ganas de participar en un Congreso que se realiza el Sevilla. De hecho, estuve viendo la posibilidad de marchar tres días, y así conocer mejor Sevilla, para participar en la parte presencial del mismo. Al final, por problemas económicos y por otros asuntos de agenda, me quedé en Salamanca.

Este año he decidido liarme a la cabeza (todo sucede cuando menos tiempo tienes, cuantas más cosas por hacer ahí y cuando tu agenda puede explotar en cualquier momento) y me he inscrito en la parte online (tuve que desistir de presentar una comunicación. El tiempo y mi cabeza no me da).

En consecuencia, soy una participante más del VIII Congreso para el estudio de la violencia contra las mujeres. Del riesgo a la prevencción. 

Llevo 3 días participando activamente (bueno, todo lo activa que me permite mi tiempo) en los foros creados. La verdad es que no doy abasto. Hay muchas líneas de discusión abiertas, mucha información que digerir, mucho que compartir.
Me estoy dando cuenta que siempre sucede lo mismo. Estoy en un congreso que, por lo que observo, mueve a mucha gente (no sé cuántas somos las personas inscritas en realidad). Hombres y mujeres (me encanta) discutiendo, hablando, conversando, compartiendo sobre algo que nos preocupa: la violencia de género, la violencia en definitiva y todo lo que la rodea y afecta. Pero somos eso, personas que ya tenemos una inquietud, que estamos sensibilizadas y que queremos cambiar la sociedad que nos rodea para que sea más igualitaria y no tengamos que lamentar asesinatos de mujeres ni de menores a manos de hombres que decían sentir algo muy fuerte hacia ellas.

En definitiva, y con esto acabo mi reflexión de hoy, ¿por qué no dejamos de hablar tanto y actuamos de verdad?







Menos hablar y más actuar

El año pasado me quedé con ganas de participar en un Congreso que se realiza el Sevilla. De hecho, estuve viendo la posibilidad de marchar tres días, y así conocer mejor Sevilla, para participar en la parte presencial del mismo. Al final, por problemas económicos y por otros asuntos de agenda, me quedé en Salamanca.

Este año he decidido liarme a la cabeza (todo sucede cuando menos tiempo tienes, cuantas más cosas por hacer ahí y cuando tu agenda puede explotar en cualquier momento) y me he inscrito en la parte online (tuve que desistir de presentar una comunicación. El tiempo y mi cabeza no me da).

En consecuencia, soy una participante más del VIII Congreso para el estudio de la violencia contra las mujeres. Del riesgo a la prevencción. 

Llevo 3 días participando activamente (bueno, todo lo activa que me permite mi tiempo) en los foros creados. La verdad es que no doy abasto. Hay muchas líneas de discusión abiertas, mucha información que digerir, mucho que compartir.
Me estoy dando cuenta que siempre sucede lo mismo. Estoy en un congreso que, por lo que observo, mueve a mucha gente (no sé cuántas somos las personas inscritas en realidad). Hombres y mujeres (me encanta) discutiendo, hablando, conversando, compartiendo sobre algo que nos preocupa: la violencia de género, la violencia en definitiva y todo lo que la rodea y afecta. Pero somos eso, personas que ya tenemos una inquietud, que estamos sensibilizadas y que queremos cambiar la sociedad que nos rodea para que sea más igualitaria y no tengamos que lamentar asesinatos de mujeres ni de menores a manos de hombres que decían sentir algo muy fuerte hacia ellas.

En definitiva, y con esto acabo mi reflexión de hoy, ¿por qué no dejamos de hablar tanto y actuamos de verdad?







Érase dos veces...

En Facebook pertenezco a un grupo donde cada persona puede recomendar libros de literatura infantil y juvenil o solicitar ayuda para encontrar libros de una determinada temática. La verdad, tengo que reconocer, que este grupo es una perdición, una gran ayuda, pero una auténtica perdición. ¿Por qué? Pues porque mi listado de libros para comprar es enorme y creo que no voy a tener dinero suficiente para comprarlos todos. El problema también está en que hay algunos que quizás no quieras comprar, simplemente leer, pero que es imposible, pues en las bibliotecas (por lo menos en Salamanca) es difícil encontrarlos. Y lo siento, pero hay veces que la diferencia entre comprar un ebook y el libro en papel es tan irrisoria, que prefiero comprarlo en papel (soy de la vieja escuela, qué se le va a hacer).

Hoy os traigo la colección de libros "Érase dos veces...". Una vuelta de tuerca a los cuentos tradicionales: Caperucita Roja, Blancanieves, La Bella Durmiente, Los Tres Cerditos, La Bella y la Bestia, La Sirenita, El Patito Feo...
En esta colección, sus autores, nos presentan una serie de cuentos donde evitan el sexismo, la discriminación y fomentan la igualdad entre los sexos, la tolerancia. 

Realmente son unos libros maravillosos para trabajar con la población infantil, y no tan infantil, una serie de valores que poco a poco se están dejando de trabajar en las aulas y en casa. Nos pueden servir de herramienta tanto para madres, padres y profesorado, un soporte para explicar conceptos tan importantes para evolucionar y educar.

Os recomiendo que no dejéis escapar la oportunidad de leerlos. A mí, personalmente, de los que he leído, me gustan más unos que otros, pero todos tienen un valor excepcional para acabar con los roles de género y los estereotipos que tanto daño están haciendo en la evolución de nuestras/os pequeñas/os.

Por ejemplo, la historia de Hansel y Gretel me encantó. Sólo os diré que la bruja no es tan mala como la pintan y que el hábito no hace al monje.





Érase dos veces...

En Facebook pertenezco a un grupo donde cada persona puede recomendar libros de literatura infantil y juvenil o solicitar ayuda para encontrar libros de una determinada temática. La verdad, tengo que reconocer, que este grupo es una perdición, una gran ayuda, pero una auténtica perdición. ¿Por qué? Pues porque mi listado de libros para comprar es enorme y creo que no voy a tener dinero suficiente para comprarlos todos. El problema también está en que hay algunos que quizás no quieras comprar, simplemente leer, pero que es imposible, pues en las bibliotecas (por lo menos en Salamanca) es difícil encontrarlos. Y lo siento, pero hay veces que la diferencia entre comprar un ebook y el libro en papel es tan irrisoria, que prefiero comprarlo en papel (soy de la vieja escuela, qué se le va a hacer).

Hoy os traigo la colección de libros "Érase dos veces...". Una vuelta de tuerca a los cuentos tradicionales: Caperucita Roja, Blancanieves, La Bella Durmiente, Los Tres Cerditos, La Bella y la Bestia, La Sirenita, El Patito Feo...
En esta colección, sus autores, nos presentan una serie de cuentos donde evitan el sexismo, la discriminación y fomentan la igualdad entre los sexos, la tolerancia. 

Realmente son unos libros maravillosos para trabajar con la población infantil, y no tan infantil, una serie de valores que poco a poco se están dejando de trabajar en las aulas y en casa. Nos pueden servir de herramienta tanto para madres, padres y profesorado, un soporte para explicar conceptos tan importantes para evolucionar y educar.

Os recomiendo que no dejéis escapar la oportunidad de leerlos. A mí, personalmente, de los que he leído, me gustan más unos que otros, pero todos tienen un valor excepcional para acabar con los roles de género y los estereotipos que tanto daño están haciendo en la evolución de nuestras/os pequeñas/os.

Por ejemplo, la historia de Hansel y Gretel me encantó. Sólo os diré que la bruja no es tan mala como la pintan y que el hábito no hace al monje.





Recuerdos

No soy una niña. Hace tiempo dejé de serlo. Pero en muchos momentos me gustaría volver a esos momentos vividos en la infancia, los cuales recuerdo con felicidad. Momentos vividos con mis padres, con mis abuelos (mis segundos padres), con mis tíos y primos, el "puerto", el pilón, las zapatillas rojas con taconcito... Momentos de mi niñez que se mantienen casi frescos en mi memoria.

Recuerdos.

Los recuerdos que a ella le faltan. Los recuerdos que han dejado un vacío en su memoria que llena con imágenes que crea su imaginación, la cual está muy viva, igual que ella. Ella tiene un mundo paralelo, donde nos deja entrar, a veces. Otras veces, se encierra en él y tú no existes. Además, lo compruebas cuando la tienes que llamar varias veces y, de pronto, a la cuarta o quinta vez, te mira sin mirarte, clava su mirada en ti y busca dentro de su memoria una imagen que la ayude a identificarte, a recordarte. Pero no la encuentra, te sonríe sin sonreír y se vuelve a su mundo.

No sabe quién soy. No recuerda mi nombre, algo que sucede desde no hace mucho tiempo. Pero me mira y me sonríe. Me da besos, como siempre. Saben igual, pero no tienen la misma intensidad. Esos besitos de abuela que ya sólo da a las pequeñas de la familia, aunque no sepa quiénes son o cómo se llaman.

Y cada vez necesitará más cuidados. Y cada vez será más difícil mantener una conversación fluida y ordenada con ella. Y cada vez... No sé si es mejor pensarlo e irse preparando, o dejar que las cosas vayan fluyendo.

Hay que explicarlo, porque es difícil entender, sobre todo para los pequeñuelos y las pequeñuelas. Y no se encuentran fácilmente las palabras, sobre todo cuando se entremezclan sentimientos y emociones. Por eso, como siempre, a mí me gusta echar mano de los cuentos. 

http://cuentos-para-peques.blogspot.com.es/2015/09/alzheimer-libros-infantiles.html

Recuerdos

No soy una niña. Hace tiempo dejé de serlo. Pero en muchos momentos me gustaría volver a esos momentos vividos en la infancia, los cuales recuerdo con felicidad. Momentos vividos con mis padres, con mis abuelos (mis segundos padres), con mis tíos y primos, el "puerto", el pilón, las zapatillas rojas con taconcito... Momentos de mi niñez que se mantienen casi frescos en mi memoria.

Recuerdos.

Los recuerdos que a ella le faltan. Los recuerdos que han dejado un vacío en su memoria que llena con imágenes que crea su imaginación, la cual está muy viva, igual que ella. Ella tiene un mundo paralelo, donde nos deja entrar, a veces. Otras veces, se encierra en él y tú no existes. Además, lo compruebas cuando la tienes que llamar varias veces y, de pronto, a la cuarta o quinta vez, te mira sin mirarte, clava su mirada en ti y busca dentro de su memoria una imagen que la ayude a identificarte, a recordarte. Pero no la encuentra, te sonríe sin sonreír y se vuelve a su mundo.

No sabe quién soy. No recuerda mi nombre, algo que sucede desde no hace mucho tiempo. Pero me mira y me sonríe. Me da besos, como siempre. Saben igual, pero no tienen la misma intensidad. Esos besitos de abuela que ya sólo da a las pequeñas de la familia, aunque no sepa quiénes son o cómo se llaman.

Y cada vez necesitará más cuidados. Y cada vez será más difícil mantener una conversación fluida y ordenada con ella. Y cada vez... No sé si es mejor pensarlo e irse preparando, o dejar que las cosas vayan fluyendo.

Hay que explicarlo, porque es difícil entender, sobre todo para los pequeñuelos y las pequeñuelas. Y no se encuentran fácilmente las palabras, sobre todo cuando se entremezclan sentimientos y emociones. Por eso, como siempre, a mí me gusta echar mano de los cuentos. 

http://cuentos-para-peques.blogspot.com.es/2015/09/alzheimer-libros-infantiles.html

La visualización

La verdad, no es por echarme flores, pero cuando me pongo a preparar talleres, de cualquier tipo, no sólo para las chicas de Generando Igualdad, necesito muuuucho tiempo para buscar el material, seleccionar el que creo que me vendrá mejor para lo que quiero trabajar, organizar la sesión, los tiempos,...

Entre esas búsquedas, descubrí los cuentos de Jorge Bucay. Podremos estar de acuerdo o no en su método, pero no podemos negar el poder de los cuentos (como ya he dicho, creo, en otras ocasiones). 

Este cuento lo he usado en mi último taller "Somos reinas" para hablar de las capacidades de cada persona, en los impedimentos que tenemos y/o que nos ponemos, en la necesidad de intentarlo, intentarlo y volver a intentarlo cuando pensamos que ya no seremos capaz de sacarlo adelante.

Hay un dicho que dice: "el que la sigue, la consigue". Pues eso debemos hacer a lo largo de toda nuestra vida, seguir y seguir hasta que consigamos aquello que queremos. En mi caso, por ejemplo, "la luna".

Porque nadie nos puede decir que no podemos antes de intentarlo al menos.
EL ELEFANTE ENCADENADO (Jorge Bucay)

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me
gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la
atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal
preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala
de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de
su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante
siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que
aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos
centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un
animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la
estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté
entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó
que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del
elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían
hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio
como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era
muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de
que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus
esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro...
Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a
su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no
puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de
estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de
cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no
lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria
este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca
más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. 

Acá os dejo el enlace si queréis escuchar el cuento:


 


"Papá, por favor, consígueme la luna" (Eric Carle, Editorial Kókinos).


Cuando éramos niñas y niños, nos reuníamos alrededor de la mesa-camilla, al calor del brasero para que nuestra abuela (o nuestro abuelo) nos contase esas historias que habían pasado de generación en generación y que habían sido modificadas por el "boca a boca". 

Historias que Perrault, Andersen o los hermanos Grimm tuvieron a bien de plasmar en el papel y que nuestras abuelas (sobre todo) consideraron que debíamos conocer y, por ello, nos las contaban.
Pero el cuento ha ido evolucionando. Seguimos narrando o leyendo las historias de Caperucita Roja, de la Bella Durmiento, de Juan sin Miedo, de las Habichuelas Mágicas, etc, pero se unen historias como la de Mónica que le pide a su padre que le consiga la luna.

Ésta historia es la que yo preparé uno de los días del rincón lúdico-creativo "Vacaciones Activas" en Semana Santa para ir abriendo boca en los/as pequeñuelos/as.

Cuando cuentas un cuento, puedes hacerlo con un libro, sólo leyendo o, por el contrario, dando la entonación adecuada en cada momento, con cada personaje que aparece; puedes adaptarlo para una sesión de cuentacuentos improvisada o planeada sin nada más que tú y las personas oyentes. Pero también puedes crear atrezzo, acompañarte de elementos como hice yo en esta ocasión. 

Para contarles el cuento de "Papá, por favor, consígueme la luna" les mostré las distintas fases de la luna que se sucedían a lo largo de la historia de Mónica.

Cuento precioso, sin duda. Y no lo digo porque esté enamorada de la luna.