Diario de una pandemia

Como ha escrito Marwan en su cuenta de Twitter/Instagram: "ya podemos decir que nos han robado el mes de abril".

El meme que circula por ahí que dice que en septiembre se celebrará la Semana Santa, la Feria de Abril, el Orgullo, etc. cada vez cobra más fuerza. Tendremos que añadir otras festividades como el Día del Padre, el Día de la Madre (para quienes no lo celebren en el Puente de la Inmaculada Constitución), el día de San Jordi o el día del Libro, la Feria del Libro; junto con cumpleaños de personas que lo hayan celebrado en la soledad del "confitamiento" (como dice otro buen amigo dramaturgo y actor). 

En Salamanca, también pospondremos la celebración de El Lunes de Aguas. Ya nos juntaremos, con el buen tiempo, en el campo, al aire libre, con familia y amistades para comer juntos el hornazo; este manjar tan típicamente charro. Dejando de lado, el origen de la celebración porque lo que nos interesa es el reunirnos en torno al "comercio y el bebercio", así, sin más.

Mi aislamiento por este bicho que nos está dando un tremendo toque de atención, comenzó más tarde que el de otras personas (incluidos mi hermana, mi hermano y sus respectivas familias). Cuando todo esto explosionó, yo salía una vez al día para dirigirme al hospital y hacer de cuidadora del ser más maravilloso que ha pisado esta tierra (cada cual dirá lo mismo de su abuela o su abuelo). Pero, eso sí, cuando terminaba mi turno hospitalario, rapidito a casa.

Alguien podría pensar que es una suerte haber podido salir de casa. Puede ser. Al menos algo de calle y, al final, de campo, lograba ver al día. Respirar aire puro nunca viene mal. Pero el pasar un turno de casi 8 horas en el hospital cuidando, pasando de estar de pie a la silla o el sillón, no es precisamente entretenido. Se hace largo, eterno... A nivel psicológico y emocional, te hace trizas. También hay que añadir el estado de la persona a la que cuidas. Yo, personalmente, caía rendida en la cama cuando no tenía turno de noche. Dormía plácidamente, cosa que no me ocurre ahora, cuando llevo más de 1 mes sin salir de casa.

El aislamiento, o "confitamiento", lo paso acompañada. Ésa es la suerte. Como me dijo un amigo: tengo con quien discutir. Mi acompañante se pasa la mayor parte del tiempo encerrada en su cueva particular, nos vemos en las comidas, eso sí, aunque no siempre. Todo depende del estado de ánimo que se tenga. Ahora las risas en nuestros momentos de locura, no las cambio por nada.

El vaivén emocional es bastante curioso. Empecé con motivación: podría hacer todo aquello que siempre posponía por falta de tiempo, por dar prioridad a otras cosas, por dejadez, por... Ahora no había excusa. Menos limpiar a conciencia toda la casa (siempre he sido la "oveja negra"), cualquier cosa. Aún sigo teniendo cosas pendientes que me impide realizar el tiempo lluvioso o la falta de material (chica poco previsora de una pandemia mundial).

Pues eso, que este confinamiento lo empecé relativamente bien. Estaba ocupada. Cursos, manualidades, tareas pendientes... Pero al final, el cambio de rutina ha hecho mella. De nada sirve el ejercicio en casa (quién me lo iba a decir a mí), las risas con mi compañera de vida, las películas, las series (de ayer, de hoy y de siempre), los libros... 
Ya no duermo tan plácidamente. Lloro día sí, día también. Hay días que me paso más tiempo con los ojos encharcados en lágrimas que con ellos secos. El ver las fotos de la familia; el no sentir abrazos, besos; las conversaciones sin mascarillas de por medio; tener miedo de salir a la calle; la preocupación por la gente a la que quieres; el no tener la libertad de movimiento que tantas veces no hemos valorado...

El primer pensamiento que me vino a la mente es la cárcel. En su momento, por una actividad de voluntariado, visité la cárcel de Topas (no se vale la broma fácil). Cuando salí, dije que una y no más.
Pero pienso que estamos en nuestra cárcel particular porque no tenemos libertad para movernos, para hacer otras cosas diferentes. 
Creo que hay que plantearse la reinsercición y la reeducación. Sinceramente lo digo.

Esta pandemia mundial nos está dando la oportunidad de cambiar nuestras prioridades, de modificar hábitos que nos vienen bien a nivel individual pero, también, a nivel global. Tenemos que cuidarNOS cada persona, para CUIDAR al resto, al Planeta, a nuestro entorno. Es por nuestro propio bien y por el futuro en el que estaremos o no. Pero tenemos que pensar que realizar algunos cambios en nuestro día a día, hará que tengamos un presente mejor.

De momento, tendremos que seguir en nuestra cárcel particular un par de semanas más. Pero pienso en que mis sobris, con mucho cuidado y responsabilidad por parte de sus madres y padres, podrán salir un poco a estirar las piernas, a correr, a tomar aire puro... Porque sí, volvemos a tener un aire más limpio en las ciudades.

¿No os da qué pensar?

Seguiremos informando.

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