La semana pasada ha sido bastante movida.
La #huelgafeminista del 8 de marzo ya se está preparando, y de ella se habla y se escribe en las redes sociales. Nos instan a las mujeres a que paremos para que la sociedad, y el mundo entero, pues es una huelga a nivel mundial, se den cuenta que sin nosotras el mundo se para. Nada de las tareas de cuidado, de las tareas domésticas, de ir a comprar, de consumir... Sigue el ejemplo de la huelga ocurrida en Islandia el 24 de octubre de 1975. En ese día, el 90% de las mujeres del país estaban en huelga.
Algo así se quiere que sucede este año 2018. El año que se ha declarado el feminista por excelencia.
Pero todo lo relacionado con el feminismo y con las reivindicaciones de las mujeres molesta e incomoda. Hablo en el mundo en general, pero también en España en particular.
En algunos programas de televisión se sientan a hablar sobre abusos sexuales y la brecha salarial entre hombres y mujeres a personas (hombres en el 99% de los casos) que son machistas confesos y que la palabra feminismo y todo lo que ello conlleva les provoca urticaria. Personas (soy benévola, lo sé) que estiman que la mujer tiene que seguir limpiando en casa y coserse la boca porque ella no entiende de nada y su inteligencia es insuficiente para hablar en público. Aquellas que osan acudir a un plató de televisión porque tienen conocimientos suficientes de un tema, en muchas casos vetado para ellas, son insultadas mediante calificativos que hacen mención a su belleza, a su estado físico o a su orientación sexual.
Pero no hace falta ver la televisión para darse cuenta que el machismo, en sus diferentes modalidades, sigue haciendo de las suyas y sigue trabajando para que sus privilegios se sigan manteniendo, en lugar de compartir espacio y dinero con las mujeres.
Esto me lo cuentan y lo vivo yo en muchos de los institutos a los que acudo para hacer talleres sobre igualdad y violencia de género.
Esta semana ha estado movidita porque a Irene Montero se le ha ocurrido emplear la palabra "portavoza" en un intento, o eso quiero pensar, de visibilizar a las mujeres en los entornos políticos.
Que digo yo, desde mi ignorancia e incultura, que no es necesario marear tanto la perdiz. Que está muy bien poner "el y la" antes de una palabra, sin necesidad de este circo mediático. Estoy a favor del lenguaje inclusivo y no sexista, de visibilizar porque aquello que no se nombra no existe (ya lo digo en un capítulo de mi tesis), pero ya me cansa todo este circo político y, repito, mediático, en los que todos y todas se suman, porque es lo que "mola" ahora y es "cool", a esto del feminismo. Apoyo totalmente las palabras que mi compañera y amiga Montse, de Generando Igualdad, ha escrito en su perfil de Facebook y en el blog de la asociación. Las suscribo totalmente. En el siguiente enlace las podréis leer:
Cansa tanto postureo, tanto discurso fácil para subirse al carro, tantas palabras bonitas que no van seguidas de hechos tangibles y de lucha prolongada en el tiempo. Cansa que den "por culo" (perdón por la expresión) a las personas, hombres y mujeres, pero sobre todo estas últimas, de a pie que desde su humilde posición y con recursos cada vez más escasos, siguen luchando por la igualdad entre sexos para desterrar, de una vez por todas, los roles y los estereotipos de género, el machismo, la desigualdad y la discriminación que tanto mal hace a las mujeres y, en consecuencia, a la sociedad en general.
No ponemos el grito en el cielo cuando la RAE estudia incluir la palabra "folla-amigo/a" o cuando establece que está admitido decir tanto "albóndiga" como "almóndiga", aunque en mis oídos "almóndiga" chirríe tanto como una puerta que necesita 3 en 1.
Pero sí nos escandalizamos porque, en su momento, Bibiana Aído dijo "miembras", pero vemos de lo más normal las abreviaturas en los mensajes en el móvil; nos molestamos porque no sintetizamos el lenguaje cuando decimos en los discursos "todas y todos", "señoras y señores"; en la universidad, levantamos la mano ante las faltas de ortografía del conjunto de estudiantes porque luego ponen recursos y los órganos superiores les dan la razón porque no se les examina de gramática, sino de los conocimientos adquiridos sobre la asignatura. Pero que Irene Montero use el término "inventado" de "portavozas" nos hace rasgarnos las vestiduras.
Como pregunta el profesor Octavio Salazar en su cuenta de Twitter:
No perdamos el norte. Ésta es otra estratagema más, del llamado por Miguel Lorente Acosta, "posmachismo" para desestabilizar los cimientos de esta lucha limpia que abanderamos las mujeres, acompañadas y apoyadas por algunos hombres, para lograr que nos reconozcan el sitio que merecemos al lado de la otra mitad de la población mundial.
El argumento que usan muchas personas es el insulto y las descalificaciones, como dice Nuria Varela, porque no tienen otro argumento sostenible para ir en contra del feminismo.
Porque el feminismo te hace pensar, te hace plantear que las cosas que vivías hasta ahora dejan a una parte de la población, a tus compañeras, en una posición desigual porque tú, hombre, tienes más derechos y privilegios que ellas.
Claro que molesta, incomoda y cuesta dejar una posición privilegiada para bajar escalones. Por supuesto. Pero que te quedes en tu pedestal no te hace mejor persona, sino que acrecienta la idea de que "todo vale en el amor y en la guerra" y que "el fin justifica los medios".
Si fuese al revés, si las posiciones discriminatorias y desigualitarias las viviesen los hombres, en el campo que sea, no escucharíamos otras cosas que sus voces, sus gritos y sus quejas.
Mi profesora de Derecho Canónico, más o menos, decía que para desarmar al enemigo hay que conocerlo en profundidad.
Por ello animo a todas las personas que consideran que el feminismo es algo malo, que todas las feministas quieren la superioridad de la mujer por encima del hombre, etc., que estudien en profundidad las ideas que fomenta este movimiento social y político abanderado por mujeres de todas las culturas, etnias, nacionalidades, orientaciones sexuales, etc.
Quizás después, una vez estudiado y analizado, se cambien de bando y luchen a nuestro lado.
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