Lo que está sucediendo en el mundo, en España, pasará a los
anales de la historia (a lo mejor mi amigo Ángel, historiador, me lo rebate).
Que yo recuerde, nunca habíamos vivido algo así. Salvo en el
caso de la llamada “gripe española” (nos lo ha recordado en Instagram la cuenta
de la serie “El Ministerio del Tiempo”).
Parece que nos cuesta ser conscientes de la gravedad de la
situación o, más bien, quiero pensar, de la necesidad de actos de prevención
para que no se convierta en algo que se lleve por delante a más personas de las
que ya no están con nosotras/os en el mundo.
Hay que tomar medidas preventivas para no lamentar
consecuencias mayores.
Ojalá yo pudiera quedarme en casa con mi hija. Ojalá pudiera
aburrirme de leer, de ver series o películas. Ojalá pudiera dedicarme a las
decenas de manualidades que inundan mi mente o ponerme a practicar durante más
tiempo el ganchillo, que me he propuesto aprender en este 2020.
Pero no puedo quedarme. Tengo que cuidar. Tengo que caminar
hasta el hospital para pasar el tiempo, en turnos, como si fuera una sanitaria
más, cuidando a mi abuela, quien ha decidido, sin saberlo, ponerse, de nuevo,
enferma, justo antes del cataclismo de este virus “guasón” que está poniendo el
mundo, a la Tierra, patas arriba.
He leído en alguna red social, o en todas, un texto que
viene a decir, en resumen, que la Tierra nos está dando, lo que nosotras/os le
hemos dado durante estos años. La hemos maltratado sin tener en cuenta las
consecuencias, y ahora se está vengando. Una venganza cruel, pero venganza al
fin y al cabo. Una gran llamada de atención para que ahora cuidemos y nos
cuidemos más. Para que valoremos lo que nos rodea. Para que no miremos por
encima del hombro a quienes pensamos que tienen un trabajo de “peor categoría”
que el nuestro.
Ahora, en estos 15 días de aislamiento, nos estamos dando
cuenta de la importancia de los abrazos, los besos, las caricias, los apretamos
de manos… que no estamos dando por precaución.
En este aislamiento no nos queda más remedio que cuidarnos y
cuidar, que pasar tiempo con nuestra familia, hablar, comunicarnos. Tenemos que
tirar de imaginación para que este confinamiento no nos vuelva locas/os, para
que nuestra paciencia no nos abandone. Hay que ser personas creativas,
dedicarnos al deporte en casa sacando las mancuernas que teníamos olvidadas o
seguir a nuestra instructora de yoga que ha decidido hacer quedada online para
guiarnos con las asanas. También podemos hacer quedadas virtuales para saber
cómo está la familia o cenar nuestro grupo de amistades juntas alrededor de
Skype.
Venga, imaginemos. Hagamos todo lo que hemos pospuesto y
podemos hacer sin salir de casa. Pensemos en el bien individual que también es
el bien común.
#Yomequedoencasa
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