Son las 7 de la mañana y escribo amparada por el silencio de la hora temprana, sólo interrumpida por el piar de algunos pajarillos madrugadores y de algún vehículo despistado.
Es sábado. La ciudad aún duerme. A pesar de que debería estar tecleando otra cosa, terminando un trabajo que ya tenía que haber estado finalizado, anoche empezó a cobrar vida este post en mi cabeza.
Ayer escribía a un amigo desde lo más profundo de mi corazón después de ver una foto en la que aparecía con su hija, supuestamente, "haciendo el tonto". Pero yo veía felicidad, complicidad, amor... Y le escribí para decirle que nunca perdiera eso. Que nunca perdiera los momentos de compartir con ellas y que los disfrutara al máximo.
Esto hizo que me planteara que existen personas que en ningún caso deberían ser padres, pues no son lo suficientemente maduros o no saben cómo torear y llevar la responsabilidad que ello conlleva.
Hay padres (madres y padres) que ven en sus hijas e hijos competidores y hacen que todo sea una carrera de obstáculos y una competición entre ambos.
"Es que quieres más a mamá"; "Es que prefieres irte con papá"; "Es que conmigo no pasas tiempo"; "Es que parece que no quieres estar conmigo"...
Todo se complica más si la relación entre ambos progenitores se acaba. Pero se complica porque seguimos siendo egoístas y nos miramos nuestro propio ombligo sin darnos cuenta que estamos usando a nuestras hijas e hijos como armas para hacer daño a la otra persona. Nos olvidamos que hay seres que dependen de nosotros (madre y padre), a los que tenemos que educar, enseñar, cuidar y proteger.
Conozco padres separados que se desviven por sus pequeñas/os. Pero hay otros que siguen sin saber cómo actuar y provocan en las/os menores unos conflictos internos tremendamente importantes que se acentúan con el paso de los años.
Para adoptar tienes que pasar numerosas "pruebas" de varios tipos. Puedas estar años esperando el aprobado o, incluso, pasado un tiempo desistes porque, como leí en un artículo hace unos días, "quieres ser padre, no abuelo".
Lo cierto es que yo me planteo cómo podemos solucionar esto. ¿Una escuela de madres y padres donde sea obligatoria la asistencia? ¿Un examen psicológico para saber si serías una buena madre o padre?
La verdad es que es complicada la respuesta. Lo cierto es que no hay una solución mágica. Pero debemos pensar en el bienestar de nuestras hijas y nuestros hijos, antes que ser tan egoístas y chantajearles emocionalmente.